Pese a que desde antiguo las calles de la ciudad se identificaban con un nombre (hay constancia de ello ya en planos de 1635), las casas no tenían identificador más allá del de sus ocupantes. En 1749, con el fin de facilitar la recaudación de impuestos, se realizó la llamada Visita General de Regalía de Aposento, consistente en una relación detallada de las casas y manzanas que había en Madrid. Se identificaron 557 manzanas y 7.049 casas, lo que dio lugar a que en 1765 se numeraran todas las casas y manzanas con los azulejos de porcelana como los que observamos hoy y en los que aparece rotulado: Visita G. Manzana nº....
Hay que decir que la medida, si bien sirvió para recaudar, no resolvió en cambio los problemas de identificación general de viviendas, ya que al numerarse por manzanas, en una misma calle se repetían los números de viviendas. Si añadimos a ello que muchas calles tenían el mismo nombre e incluso que algunas tenían más de uno comprenderemos que resultaba complicado moverse por el callejero. Fue por este motivo que en 1835, el marqués viudo de Pontejos, corregidor de la Villa, ordenó numerar las casas y poner el nombre de las calles en sus dos extremos (de entonces data el criterio actual de que la numeración parta del punto más cercano a la Puerta del Sol, situando los pares en la acera de la derecha y los impares en la izquierda).