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Real Monasterio de la Encarnación



El Monasterio de la Encarnación es conocido seguramente por muchos madrileños no tanto por la gran riqueza de los tesoros artísticos que contiene, sino por poseer la famosa reliquia con la sangre de San Pantaleón, esa que cada 27 de julio, festividad del santo, milagrosamente se licua, atrayendo ex profeso con ese extraño pero simple acontecimiento a numerosos fieles y curiosos (en Nápoles ocurre un fenómeno similar con la sangre de San Genaro, que licua el primer domingo de mayo y el 19 de septiembre). Pero no es del detalle de la reliquia de lo que quiero hablar en esta ocasión, sino del Monasterio en su conjunto y de lo que podemos ver en una de sus visitas guiadas, muy interesantes pero siempre algo aceleradas para el que gusta de la relajada contemplación artística.

Este monasterio fue fundado en el siglo XVII a iniciativa de los reyes Felipe III y su esposa Margarita de Austria. La reina había conocido durante la estancia vallisoletana de la corte española a la madre Mariana de San José, impulsora de la congregación religiosa de monjas contemplativas agustinas recoletas y decidió asignar el Monasterio a dicha orden, siendo nombrada Mariana priora del mismo (su sepulcro se venera en el monasterio).
Dos fueron los arquitectos que intervinieron en la construcción de este Monasterio, Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios (algunas dependencias y en especial la iglesia fueron años despues remodeladas por Ventura Rodriguez, por lo que también le incluiremos entre los arquitectos artifices del edificio cuya primera piedra se puso en 1611 y se inauguró en 1616). El Monasterio es de estilo barroco pero de gran sobriedad y con muy claras influencias herrerianas, propias de la arquitectura española de la primera mitad del siglo XVII. Como curiosidad, indicar que el Monasterio formaba parte del complejo del Alcazar, estando incluso originariamente unido a este a través de un pasadizo que fue eliminado años después, ya en tiempo de los Borbones, pues habiendo quedado inservible tras el famoso incendio que destruyo el recinto regio en 1734, José Bonaparte decidió suprimirlo aprovechando la remodelación que durante su gobierno se hizo de la plaza de Oriente.

Este edificio gozó desde su fundación y a lo largo de toda su historia de los favores reales y del apoyo de los nobles cortesanos, recibiendo tanto con la Casa de Austria como después con los Borbones, numerosos donativos en forma de obras de arte que, por suerte, han perdurado allí hasta hoy, convirtiendo a este monasterio, al igual que ocurre con el de las Descalzas Reales, en auténticos e impresionantes museos.

El Real Monasterio de la Encarnación conserva importantes conjuntos pictóricos y escultóricos de los siglos XVII y XVIII, con obras de artistas de la talla de Lucas Jordán, Juan Van der Hammen, Vicente Carducho, Francisco Bayeu, Pedro de Mena o Gregorio Fernández. Las estancias son por lo general de decoración modestas, pero hay también algunas de cierta majestuosidad, como la preciosa sala de los Relicarios (contiene cerca de 700 piezas) y, por supuesto, la nave de la iglesia.

Actualmente el Monasterio cuenta con 9 monjas de clausura (creo llegó a haber 33 en sus buenos tiempos) que siguen utilizando en su actividad diaria algunas de las salas que recorremos en nuestra visita, aunque lógicamente lo hacen fuera del horario turístico habilitado.


Real Monasterio de la Encarnación
 

   Dirección: Plaza de la Encarnación, 1
   Horario: De 10 a 14 y de 16 a 18:30 h martes a sábado. Domingos de 10 a 15 h.
   Precio: 7 € tarifa básica (10 € si se combina, en 48 h, con Monasterio de las Descalzas)
   Estaciones de Metro más cercana: Opera