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Exposición: Cleopatra y la fascinación de Egipto


Cleopatra es una de esas figuras de la historia que en la memoria popular ha traspasado el ámbito de la mera realidad para convertirse en mito. De ella casi todos sabríamos decir que fue reina de Egipto y que con sus encantos enamoró a hombres tan poderosos en su época como Julio Cesar y Marco Antonio. ¡Bueno, y quizás también que debió tener una hermosa nariz! (característica estética que Asterix, el pequeño gran héroe galo del comic, se encargó con cierta insistencia de recalcarnos gratamente).

La exposición que el Centro Arte Canal nos ofrece sobre la figura de Cleopatra es una buena oportunidad para profundizar en la historia del personaje y en la de su época, sin olvidar también la repercusión que su figura ha tenido en el mundo del arte a lo largo de los siglos que han trascurrido después. La muestra, cuyo recorrido se estructura en siete ámbitos expositivos, cuenta con más de 400 piezas arqueológicas procedentes de un gran número de museos y colecciones españolas e internacionales. Varias proyecciones, así como la cartelería informativa que encontramos a lo largo del recorrido, nos ayudan a imbuirnos en la historia. No obstante, voy aquí seguidamente a recordarla (verás que tiene mucho de culebrón cinematográfico):

Cleopatra, cuyo nombre significa “gloria de su padre”, nació durante el invierno del 69 al 68 a.C. en la ciudad de Alejandría, por aquel entonces capital de Egipto. Fue la última de las reinas de la dinastía ptolemaica, que gobernó el país durante el período helenístico que va desde la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. hasta que el Imperio Romano se anexionó Egipto y lo convirtió en una más de sus provincias, hecho que sucedió en el año 30 a.C. con la muerte de Cleopatra y de su hijo Cesarión (Ptolomeo XV).

La dinastía ptolemaica se había instaurado en Egipto con Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno que, a la muerte de este, se adjudicó estas tierras en el reparto que los generales hicieron del vasto imperio que habían conquistado las tropas helenas. Se hizo nombrar faraón y fijó la capital en Alejandría, ciudad que por su estratégica situación junto al Mediterráneo y en Nilo se convertiría pronto en un importantísimo puerto comercial, así como en un destacado centro de desarrollo artístico y cultural (allí se construyó la famosa biblioteca de Alejandría, el mayor depósito documental del saber de la época, y también allí se erigió el gran Faro que pasaría a la posteridad como una de las siete maravillas del mundo antiguo). Los diversos regentes Ptolomeos, aunque respetuosos con los cultos egipcios, conservaron durante sus sucesivos reinados la cultura y el idioma griego, siendo únicamente nuestra protagonista, Cleopatra VII (su nombre completo era Cleopatra Filopátor Nea Thea), la que se identificó más estrechamente con su pueblo y habló el idioma egipcio (se cuenta que llegó a dominar hasta 7 u 8 idiomas y que eso fue, más allá de la supuesta belleza física, lo que junto con su amplia cultura y dotes de anfitriona le granjearon la admiración de buena parte de sus interlocutores).

Cleopatra ascendió al trono de Egipto a los 18 años de edad y lo hizo junto a su hermano Ptolomeo XIII, que contaba entonces 10 años. Su padre Ptolomeo XII dejó dicho en su testamento que ambos deberían casarse entre sí para perpetuar el linaje, cosa que no estaba mal vista en la cultura egipcia. Pero finalmente el matrimonio no llegó a materializarse, surgiendo disputas de poder entre los hermanos que obligaron a Cleopatra, en el tercer año de su reinado, a exiliarse a Siria. Fue estando ella allí cuando va a entrar en nuestra historia Julio Cesar.


Resulta que luchas internas por el poder también en el seno de la República Romana habían llevado a los líderes del llamado Primer Triunvirato a enfrascarse en una cruenta guerra civil, que terminó en el año 48 a.C. con la victoria de Julio Cesar sobre Pompeyo. Este último huyó a Egipto en busca del apoyo y ayuda de Ptolomeo XIII, pero el egipcio decidió traicionarlo y, en un gesto que pretendió granjearse la simpatía de Julio Cesar, le asesina y corta su cabeza, enviándosela  como presente a este, cosa que sin embargo no gustó a César, pues pese a ser su contrincante, Cesar sentía aprecio por su yerno Pompeyo. Cleopatra, mujer astuta, ve en aquel acto fallido de su enemigo hermano una oportunidad de ganarse para sí un fuerte aliado y decide llegar hasta César urdiendo una treta para saltarse a su guardia: Cuentan que estando él en el palacio real le es entregada una alfombra regalo de la exiliada reina y que al desenrollarla, se encontró con ella misma dentro. Por lo visto César quedó prendado de Cleopatra en aquel mismo instante y ella, claro, se dejó querer, pues sabía que si enamoraba a César no tendría que temer una invasión por parte de los romanos. ¡ Menudo guion de folletín, verdad! El caso es que el plan le salió bien. Su hermano fue derrotado por los romanos y murió, siendo ella proclamada reina absoluta de Egipto, aunque eso sí, por indicación de su ahora amante, se volvió a casar según el rito egipcio nuevamente con otro de sus hermanos, esta vez con el menor de ellos, Ptolomeo XIV, de tan solo 12 años.


Del idilio que durante varios meses vivieron en Egipto Cleopatra y Cesar nació un hijo al que llamaron Ptolomeo XV César, o más popularmente Cesarión (pequeño César). Julio Cesar volvió a Roma y cuando fue proclamado Emperador reclamo a Cleopatra y a Cesarión a su lado, acción que por lo que se ve no fue del agrado de muchos romanos, pues Cesar estaba casado con Calpurnia y la bigamia, al menos oficialmente, no estaba bien vista en Roma. Pese a todo Cleopatra permaneció en la ciudad durante cerca de dos años y lo hizo rodeada de un lujo exuberante que no hizo más que incrementar envidias y rencores. El 15 de marzo del 44 a.C. César es asesinado a la salida del edificio del senado en Roma y un nuevo triunvirato, del que formarán parte Octavio (hijo adoptivo de César) y Marco Antonio asumirá al poco el poder. Cleopatra, sin la protección de Julio Cesar sentirá en gran peligro su vida y la de su hijo estando en Roma y decide volver a Alejandría.

Tras su regreso a Egipto Cleopatra, temiendo que su hermano y marido Ptolomeo XIV, que ya contaba con 15 años de edad, quisiera acaparar más poder del que ella estaba dispuesta a otorgarle, lo envenena y establece a Cesarión como su corregente a la edad de cuatro años. Ambición desde luego no se le puede negar a la buena señora.

En el año 41 a.C. nuevamente los intereses de Roma y Alejandría van a cruzarse estrechamente, ahora con Marco Antonio de coprotagonista. Como miembro del 2º Triunvirato y velando por los intereses del Imperio, Marco Antonio cita a Cleopatra a un encuentro de regentes en Tarsos (ciudad de la actual Turquía). Ella, como hizo con Cesar en su momento, se propondrá impresionarle. Lo hace presentándose a la cita sobre un lujosísimo navío con los remos de plata, las velas púrpuras, rodeada de todo el lujo y vestida ella misma al modo de Afrodita, la diosa del amor. La reunión duró cuatro días enteros, y durante ésta se convirtieron en amantes.


La historia de amor y poder que vivieron Cleopatra y Marco Antonio fue larga y profunda, hasta el punto que este fue paulatinamente sintiéndose más co-monarca de Egipto que fiel ciudadano de Roma (llegó a trasladarse definitivamente a vivir a Alejandría y a casarse oficialmente con Cleopatra pese a estar casado con Octavia). Finalmente el distanciamiento se materializa en que en el año 32 a.C. Roma, a través de Octavio, va a entra en guerra con Cleopatra y Marco Antonio, lucha que finalmente el ejercito de estos últimos perdería, abligándo a nuestros protagonistas a refugiarse en Alejandría, en donde ante el temor de ser apresados, ambos van a optar por suicidarse. Marco Antonio lo hará matándose con su propia espada al creer que Cleopatra ya ha muerto y Cleopatra, al conocer la muerte de Marco Antonio, se hará morder por un áspid (cobra egipcia). No es seguro del todo que la historia de la serpiente sea cierta, pero indudablemente tiene más fuerza teatral que la del mero envenenamiento. ¿Qué tiene este final que envidiar al de Romeo y Julieta?

Lugar: Centro Arte Canal (Pº de la Castellana, 214)
Fechas: Hasta el 8 de mayo de 2016
Horario: lunes a domingo de 10 a 21 h.
Precio: Entrada general 7 €


Exposición: Chagall divino y humano

Marc Chagall, maestro del surrealismo, está sin duda reconocido mundialmente como uno de los grandes artistas del siglo XX. Su peculiar estilo presenta influencias del expresionismo ruso que conoció en su juventud y del cubismo que vio desarrollarse en su etapa francesa, pero supo crear su propia identidad, destacándose especialmente por el singular uso que hace del color y por la carga lírica que logra en sus composiciones, con detalles simbólicos no siempre fáciles de entender para el mero observador ocasional de sus obras. Como artista Chagall llevó a cabo una enormemente amplia y variada producción artística, abarcando tanto la pintura en lienzo, como la mural (decoró, por ejemplo, uno de los techos de la Ópera de París, y es también el autor de los dos grandes murales que cuelgan en el vestíbulo del Metropolitan Opera House de Nueva York), grabados para impresión, ceramismo, escultura, etc.

La exposición que actualmente nos muestra la Fundación Canal bajo el título de “Chagall divino y humano” se centra en la faceta gráfica de este artista, una de las que más desarrolló, pues llegó a crear más de mil litografías. En concreto la muestra nos trae un centenar de obras sobre papel creadas por Chagall desde finales de los años cuarenta del pasado siglo hasta mediados de los ochenta y que pertenecen a la colección de litografías, xilografías y aguafuertes del Kunstmuseum Pablo Picasso Münster (Alemania).

Los conceptos divino y humano a los que hace referencia la exposición se hacen realmente patentes en la obra de Chagall que aquí vemos. Así, en composiciones de temática mundana introduce símbolos de alusión y representación religiosa, y al revés, cuando trata directamente el tema de la religión, como en las ilustraciones que por encargó del editor francés Vollard hizo para la Biblia y que constituyen, en palabras del mismo artista su obra maestra en el campo de la gráfica, sus composiciones huyen de la interpretación dogmática para buscar el aspecto más terrenal y humano de los personajes representados.


Religión y visión mundana de la realidad son características de su arte que se entienden mejor al conocer la azarosa vida que llevó: Nació en 1887 en la ciudad rusa de Vitebsk (hoy Bielorrusia). De familia judía, fue educado dentro de la corriente jasidista, que defiende una interpretación ortodoxa y mística del judaísmo. En 1907 se traslada a San Petersburgo y es allí donde recibe formación artística y donde empieza a relacionarse con el mundo del arte. En 1910 marcha a París con el fin de reunirse con el grupo de artistas rusos que residían en Montparnasse. Era el momento del éxito del cubismo y se sintió fuertemente atraído por artistas como Picasso. Tras permanecer cuatro años en la capital francesa regresa a su añorada Vítebsk y allí se casará y pasará toda la Primera Guerra Mundial. Convertido en un activo participante durante la Revolución rusa de 1917 se le nombra Comisario de Arte para la región de Vítebsk, donde fundará la Escuela de Arte de Vítebsk en 1919. No obstante, permaneció poco en el puesto, pues la burocracia asociada a su posición no le atraía, y en 1920 es trasladado a Moscú. Las condiciones de hambruna y carencia generalizada que padece Rusia tras la guerra, le llevan en 1923 a decidir trasladarse con su familia a París y allí vive hasta que se ve forzado a exiliarse nuevamente, ahora a consecuencia de la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial y la deportación que estos hacen de los judíos a los campos de exterminio nazis. Es ayudado a huir a través de España y Portugal, instalándose finalmente hacia 1941 en Estados Unidos, donde permanece hasta el final de la 2ª Guerra Mundial. En 1948 regresa a Francia y allí se instalará ya definitivamente. Su país de adopción le reconocerá como artista destacado, llegándole a distinguir en 1977 con la máxima de sus condecoraciones, la Legión de Honor. Finalmente Chagall murió a la edad de 97 años y está enterrado en el pueblo de Saint-Paul de Vence, cerca de Niza.



Exposición: Chagall divino y humano
Lugar: Fundación Canal (c/ Mateo Inurria, 2)
Fechas: Hasta el 10 de abril
Horario: Laborables y festivos de 11 a 20 h. Miércoles de 11 a 15 horas
Entrada gratuita