Páginas

Exposición temporal: "Idea: Pintura Fuerza"

El Palacio de Velázquez, acoge regularmente desde su reapertura en 2010 (estuvo cerrado durante los cinco años previos para para acometer obras de restauración y conservación) exposiciones temporales de arte contemporáneo organizadas por el Museo Reina Sofía. Actualmente y hasta el 18 de mayo 2014 la muestra que podemos ver es la titulada “Idea: Pintura Fuerza. En el gozne de los años 70 y 80”, un conjunto de obras pictóricas realizadas en nuestro país entre los años 1978 y 1984 por cinco artistas: Alfonso Albacete, Miguel Ángel Campano, Ferran García Sevilla, Juan Navarro Baldeweg y Manolo Quejido.


El criterio por el que se han reunido en esta exposición obras de estos cinco artistas, según aclaran los organizadores de la misma en el folleto explicativo que allí facilitan, “no es en absoluto el de grupo; se centra en la filiación (post)conceptual de varios de ellos, cuyas investigaciones van a converger con la práctica de la pintura; en su entendimiento de la Tradición no como cerrada estructura conservadora, sino como toma de energía para trabajar contemporáneamente; y en la común voluntad de una reflexión, tan analítica como apasionada, sobre la materia sustantiva de la pintura capaz de superar la dicotomía abstracción/figuración, ya que lo figurativo, aquí, es solamente ancla de la mirada sobre la naturaleza de las cosas”. Quede o no clara la explicación para personas como yo no demasiado entendidas en el arte contemporáneo, la verdad es que la exposición resulta interesante y, compartiendo opinión con lo escuchado a algunos otros visitantes en la salida de la misma, es quizás una de las más visualmente atractivas que últimamente se han visto allí.

Exposición: Idea: “Pintura fuerza”
Lugar: Palacio de Velázquez (Parque del Retiro)
Horario: Todos los días de 10 a 18 horas.
Entrada gratuita

Palacio de Velázquez

El Parque del Retiro contiene construcciones singulares y sin duda una de ellas es el Palacio de Velázquez, así denominado no en referencia al famoso pintor de Corte, como creen erróneamente algunos madrileños, si no en honor a quién fue su arquitecto principal: Ricardo Velázquez Bosco.

El edificio, de hermosa y llamativa fachada, fue construido entre los años 1881 y 1883 como pabellón central de la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, que se celebró en Madrid entre los meses de mayo y noviembre de 1883. Posteriormente, en 1887, sería aprovechado para la Exposición de Filipinas que se celebró en el Retiro y, una vez que esta finalizó, se destinó a Museo de Ultramar. Entre 2005 y 2010 estuvo cerrado por obras de mantenimiento y reforma, utilizándose tras su reapertura como centro de exposiciones temporales de arte contemporáneo asociado, al igual que el cercano Palacio de Cristal, al Museo Reina Sofía y dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Arquitectónicamente el palacio de Velázquez responde a la corriente que se puso tan de moda en Europa a partir de mediados del XIX de construcciones con estructura de hierro. El exterior del edificio muestra una gran nave central con bóveda de cañón y cuatro torreones en las esquinas, unidos por galerías. La armadura, la cubierta y los marcos de los huecos son de hierro, cinc y cristal, material este último que al estar presente en gran parte de la bóveda posibilita la iluminación natural de las salas interiores. La fachada principal está construida con ladrillos de dos tonos y decorada con azulejos, relieves en estuco que representan a la minería y a las bellas artes, y una hilera de medallones. En el centro de esta fachada, tras una gran escalera de mármol blanco de quince metros de longitud y custodiada a ambos lados por esculturas de leones alados, un pórtico con tres arcos de medio punto sobre columnas jónicas nos da paso al interior del edificio, que es prácticamente un único espacio de planta rectangular sin divisiones, exclusivamente las que corresponden a los cuatro torreones. En la galería central, de dieciocho metros de altura, las cubiertas y las columnas de hierro son las únicas protagonistas.

Señalar por último que en la construcción de este edificio, además de Ricardo Velázquez Bosco, que fue como ya he dicho el arquitecto coordinador del proyecto, trabajaron también el ingeniero Alberto del Palacio (constructor, entre otras obras significativas, del famoso Puente de Hierro de Portugalete y de la madrileña Estación de Atocha) y el ceramista Daniel Zuloaga, autor también por ejemplo de las cerámicas del Palacio de Cristal, el otro hermoso edificio del Retiro del que Velazquez fue también arquitecto y Palacio colaborador destacado, pues aportó los cálculos para construir el armazón metálico. Buen equipo sin duda el que formaron estos tres y buen legado de obras el que, juntos o por separado, nos han dejado.

Museo del Instituto San Isidro

En la calle de Toledo número 39, formando cuerpo arquitectónico con la Colegiata de San Isidro, que recordemos fue la catedral provisional de Madrid hasta 1993 en que abrió sus puertas la Almudena, encontramos el instituto de educación que lleva su mismo nombre y que está considerado como el más antiguo de los existentes en España. Dicho Instituto San Isidro tiene un museo en el que se nos muestra parte de su interesante historia y que desde luego animo desde aquí a visitar, especialmente ahora que ha ampliado los días de apertura e incluido entre ellos la mañana de los sábados, lo que sin duda facilitará a muchos madrileños la posibilidad de visita. Aprovecho para felicitar y agradecer desde aquí a los chicos y chicas de bachillerato de esta institución que colaborar como guías en el recorrido habilitado para la visita su voluntariosa labor. ¡Muchas gracias por vuestro tiempo!

El Instituto San Isidro es heredero de los Estudios de la Villa fundados en 1346 por el rey Alfonso XI y, posteriormente y de forma más especial, del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús. Los jesuitas, que recordemos tuvieron un papel muy relevante en el marco de la Contrarreforma y que habían empezado a adquirir gran poder a partir de la segunda mitad del siglo XV, decidieron crear en Madrid una institución educativa. Emplazaron su construcción sobre un terreno de la calle Toledo que les había sido cedido a la Compañía por doña Leonor Mascareñas, dama de la emperatriz Isabel y de doña María de Portugal. En 1564 se construyó pues un primer edificio que empezó a funcionar en 1572 por orden de Francisco de Borja, ofreciendo en él estudios de gramática, retórica y teología. El auge y prestigio de esta nueva institución madrileña forzó la entrada en crisis de los anteriormente mencionados Estudios de la Villa que pasarían a desaparecer totalmente en 1619.

Los jesuitas, que van a ir adquiriendo una relevante posición en la Europa católica, encontrarán en nuestro país gran apoyo en el entorno de la Corte, especialmente al contar con el importante respaldo de la Emperatriz María de Austria, hija mayor de Carlos V y que tras enviudar de su esposo el emperador Maxilimiano II en 1581, regresó a Madrid para ingresar en el monasterio de las Descalzas Reales. Su respaldo fue tal que cuando falleció en 1603 dejo buena parte de su fortuna a la Compañía, con el objetivo de que el colegio fuera ampliado con terrenos colindantes y reconstruido de nueva planta, deseo que se llevaría a cabo, refundándose la institución con el nombre de Colegio Imperial y reconociendo a María de Austria como patrona, dotadora y fundadora del mismo. El nuevo edificio que se construye y que es el que actualmente vemos integrando colegio y Colegiata (originariamente esta era la iglesia del colegio) se erigió siguiendo los cánones arquitectónicos del barroco herreriano (los arquitectos fueron los jesuitas Pedro Sánchez y Francisco Bautista)  y se convirtió en uno de los edificios emblemáticos de Madrid. Su significación también se verá incrementada a partir de este momento desde el punto de vista académico, especialmente cuando a partir de 1627 se fundan en el seno del Colegio Imperial los Reales Estudios, que van a venir a concentrar enseñanzas que se encontraban hasta ese momento dispersas en la villa de Madrid, como matemáticas, teología, filosofía, geografía y ciencias.

En 1725 Felipe V inauguró en los Reales Estudios el Real Seminario de Nobles, con las mismas funciones pero reducido en cuanto al número de quienes van a tener acceso al mismo, siendo esta la primera institución de enseñanza conocida en la que se impartían clases desde los rudimentos del alfabeto hasta la enseñanza superior en lenguas clásicas, filosofía o teología.

Con la expulsión de los jesuitas en 1767 los Reales Estudios cerraron, pero Carlos III, manteniendo el espíritu de la Ilustración de la época, los reabrió tres años más tarde, aunque sustituyendo ya a los antiguos gestores y docentes jesuitas por personal laico e incrementando significativamente el papel de la biblioteca del Centro, así como el estudio de la Historia Antigüa (griega, egipcia y romana) y de las asignaturas de Matemáticas, Retórica, Poética, Griego, Árabe y Hebreo. Es también durante el reinado del Carlos III cuando a los Reales Estudios se le añadiría el apelativo de "San Isidro" (concretamente, la primera mención aparece en 1788). Dicho añadido realmente no es oficial sino que, popularmente, se le empieza a denominar así debido a que Carlos III, en su intento de borrar toda referencia a los jesuitas, traslada los restos de San Isidro, que estaban en la Parroquia de San Andrés, a la antigua iglesia del Colegio Imperial que, a partir de ahora, se llamará Real Colegiata de San Isidro.

Entre 1816 y 1834 (con el paréntesis del Trienio Liberal), los Reales estudios de San Isidro volverían a ser gestionados nuevamente por jesuitas, para convertirse en institución definitivamente laica en 1836 durante la minoría de edad de Isabel II y tras ser expulsados definitivamente los jesuitas (en 1834 el colegio fue escenario de una de las matanzas de jesuitas que en aquel tiempo se produjo al acusarse a los monjes de la Compañía de haber envenenado las aguas y propagado la epidemia de cólera que asolaba media España).

La normalización de la situación de la institución vendrá en 1845, con la creación del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro. A partir de ese momento y gracias a la conformación de un buen claustro de profesores y a los esfuerzos por difundir las nuevas ideas y conocimientos que surgían a finales del siglo XIX, el Instituto vuelve a ser reconocido y valorado por el pueblo de Madrid.

Durante su larga y fructífera andadura esta institución educativa ha formado a numerosos personajes ilustres. En su primera época fue testigo de la presencia en sus aulas de Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo y Lope de Vega quien escribió los poemas del acto inaugural del instituto. En época más reciente por sus aulas han pasado jefes de gobierno como José Canalejas, Alcalá Zamora, Eduardo Dato, Francisco Silvela, Raimundo Fernández Villaverde o Nicolás Salmerón, premios Nóbel como Jacinto Benavente, José de Echegaray, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela y gran parte de los intelectualidad española como Mariano Larra, Francisco Ayala, Juan de la Cierva, Julián Besteiro o artistas como Eduardo Rosales, Miguel Mihura, Jose Luis Lopez Vazquez, Emilio Gutiérrez Cava, y un largo etcétera. El rey Juan Carlos también pasó por este Instituto.

Cuando en nuestra visita al museo del Colegio San Isidro traspasamos la puerta principal, fachada por grandes escudos, tras el área de recepción lo primero que sin duda llamará nuestra atención es el magnífico claustro construido en granito. Se trata de un patio cuadrado, con veinte arcos en la parte inferior coronados por el águila bicéfala de los Habsburgo y veinte grandes balcones en la parte superior. En el deambulatorio cubierto por bóvedas de aristas, se abren distintas puertas que dan acceso a la biblioteca, a la escalera imperial y a otras dependencias. En el centro del patio, un sencillo pozo.

El museo está organizado a lo largo de la amplia y bonita escalera imperial de estilo barroco. En la planta baja encontramos varios expositores con explicación de los orígenes del colegio imperial y su plan de estudios, interesantes libros antiguos relacionados con el instituto, así como expedientes de antiguos alumnos célebres. También encontramos que se ha recreado un aula antigua, con pupitres de la época. En nuestro ascenso por las escaleras encontramos junto a los muros, mapas, fotos y diversidad de objetos pertenecientes a los gabinetes de física e historia del Instituto, siendo especialmente llamativa la colección de animales disecados, así como las diversas reproducciones para estudio creadas con papel maché.

¡Sin duda una exposición curiosa e interesante!

La entrada a este museo es gratuita (se puede colaborar al mantenimiento mediante donativo voluntario).

Exposición temporal: La exploración del Pacífico. 500 años de historia

Hasta el 2 de febrero de 2014 permanece en Casa de América la exposición "La Exploración del Pacífico. 500 años de historia", una muestra interesante e instructiva sobre la historia de las exploraciones españolas del océano Pacífico desde 1513 hasta nuestros días.

La exposición muestra mapas, cartas, cuadros, maquetas y elementos varios cedidos mayoritariamente por el Museo Naval, aunque hay que decir que, para completar el recorrido cronológico algunos elementos expuestos son replicas de los originales.

La primera planta de la exposición está dedicada a los siglos XVI y XVII, época de los grandes descubridores, personajes nobles y plebellos que motivados por el deseo de riquezas, aventuras, ansia de conocimiento o misión evangelizadora, se embarcan hacia el Nuevo Mundo. América es una incógnita apenas esbozada mínimamente, como bien refleja el mapa de Juan de la Cosa, primero en el mundo en el que se ve representada parte de las tierras recién descubiertas por Cristobal Colón. Este, en 1502, en su tercer viaje, cuando descubre las costas de la actual Honduras, parece ser que supo por indígenas que más allá de dicha costa existía un riquísimo país y un gran mar.  La fiebre del oro americana y la carrera por las colonizaciones había empezado.
El 25 de septiembre de 1513, Vasco Nuñez de Balboa, desde una colina, descubre que al otro lado de aquellas tierras existe efectivamente un gran mar. Lo bautizará como mar del Sur. Desde ese momento, la búsqueda marítima de un paso desde el Atlántico a dicho mar se convierte en una prioridad. Magallanes será el primero en conseguirlo y renombrará el nuevo mar como Pacífico por la tranquilidad de las aguas que encuentra en su recorrido por él. Este viaje, completado por Juan Sebastián el Cano que lo culminará con la que sería primera vuelta al mundo, significará la apertura definitiva  de la nueva ruta española a las apreciadas islas de las especias (las Molucas). El océano Pacífico, que por el Tratado de Tordesillas es considerado prácticamente de dominio español exclusivo empieza a ser explorado, descubriéndose con ello a lo largo del siglo XVI y comienzos del XVII una gran cantidad de islas. En 1606 Fernández de Quirós descubre por ejemplo la isla principal de Nuevas Hébridas y, creyendo que era una parte del buscado Continente Austral, la llamó Australia del Espíritu Santo (182 años después Australia sería "redescubierta" por parte de Inglaterra, proclamando su jurisdicción sobre este inmenso territorio. ¡Espabilados los ingleses, si señor!). En otro de aquellos viajes Andrés de Urdaneta (1565) descubre el denominado "tornaviaje", que aprovechando las corrientes marinas y los vientos favorables trazaría una nueva ruta de navegación más rápida y segura, permitiendo a raíz de ello que España organizase la primera ruta comercial estable entre América y Asia, la Ruta del Galeón de Manila, vigente desde 1565 hasta 1815.

La planta segunda de la exposición está dedicada al periodo comprendido entre los siglos XVIII al XXI. Vemos como se irá completando el conocimiento del Pacífico (un mapa del gran océano en torno al 1700 muestra todavía grandes calvas en las regiones septemtrionales y meridionales, además de una gran imprecisión en la situación de numerosas islas y archipiélagos). En los viajes de esta época descubrimos que los marinos van a disponer ya de más adelantos técnicos para la determinación de la posición en el mar y también de mejores buques. La Corona Española organizó numerosas expediciones, principalmente para evitar el asentamiento de potencias enemigas y obstaculizar el comercio ilícito. Entre los viajes que se destacan se resaltan los realizados por Mourelle de la Rua, al que se considera prototipo del marino ilustrado, así como la Expedición Malaspina y Bustamante, considerada la mejor y más completa que se organizó en España durante el siglo XIII y de la que ya hablé en este blog a raíz de la exposición que se organizó en 2010 en el Jardín Botánico.

La presencia española en el océano Pacífico se mantuvo hasta la guerra con Estados Unidos y se cerró con el Tratado de Paz de París del 10 de diciembre de 1898, por el que España salía de las Filipinas y de la isla de Guam, además de Cuba, Puerto Rico y las Indias Occidentales en el Caribe. Al mismo tiempo que se firmaba este tratado, España formalizaba la venta a Alemania de las islas Carolinas, las islas Marianas y las Islas Palaos. La exposición cierra haciendo referencia a la presencia actual de España en el Pacífico a través de su participación empresarial en consorcios, como el que construye las nuevas esclusas del canal de Panamá, pero dada la conflictividad destapada estos días en torno a los sobrecostes declarados de la obra y las amenazas de paralización y ruptura de contrato, no se si es un buen cierre el elegido.

Decir por último que la organización de la exposición ofrece recorridos guiados gratuitos que, sinceramente, merece la pena aprovechar. De martes a sábado son a las 11,30 y 17,00 horas. Domingos a las 11,30 h. (los sábados también hay pase adicional a dicha hora).

Exposición temporal: La Exploración del Pacífico. 500 años de historia.
Lugar: Casa de América (Pza. de Cibeles. Entrada por c/ Marques de Duero,2)
Horario: Martes a sábado de 11 a 20 h. Domingos de 11 a 15 h.
Entrada gratuita (donativo solicitado: 3 €)

Exposición temporal: "Madrid. Crónica de un cambio"

En la Fundación  Diario Madrid se exponen, hasta el 12 de enero de este recién estrenado 2014, 76 fotografías panelizadas del fotógrafo de prensa Gabriel Carvajal, en las que se muestran gráficamente escenas urbanas del Madrid de la última mitad del siglo XX y detalles de algunos momentos y personajes significativos de la actualidad política, social y cultural de aquellos años. Las imágenes que se exponen son una parte de las incluidas en el libro "Madrid, crónica de un cambio" que hace unos meses publicó Ediciones La Librería, colaboradora junto a la Fundación de esta exposición en la que se rinde homenaje, a través de la figura de Carvajal, a los reporteros gráficos.

Gabriel Carvajal hace ya años que se encuentra jubilado de su profesión de fotógrafo de prensa, pero su amplia obra gráfica está ahí, dejándonos el testimonio de acontecimientos pasados y permitiéndonos comprobar de paso la transformación urbanística y costumbrista que Madrid ha ido registrando. Entre los reconocimientos que este fotógrafo ha tenido en su etapa profesional hay que destacar que en 1982 ganó el Premio Nacional de Periodismo Gráfico por una colección de fotos tomadas dicho año y que en buena parte protagonizaban personajes de la política del momento, como Felipe González, Alfonso Guerra o Blas Piñar. Algunas de dichas fotos pueden verse en la exposición.

Siendo interesante y recomendable la exposición propuesta, no quiero dejar de llamar la atención en esta entrada sobre el edificio de la Fundación Diario Madrid, pues tiene más de un siglo de antigüedad y mucha historia periodística entre sus muros. Proyectado en 1906 por el arquitecto Jesús Carrasco y Encina, en él comenzó a editarse en 1908 el semanario ilustrado Nuevo Mundo, al que seguiría poco después la edición allí del diario La Voz y, en 1917, la del muy prestigioso El Sol, que recordemos contó entre otros con colaboradores de la talla de José Ortega y Gasset, Unamuno, Valle Inclán, Menéndez Pidal, o Gregorio Marañón. Terminada la guerra civil y hasta 1963 dos nuevas cabeceras periodísticas ocuparán entonces el edificio: el diario "Arriba" y el deportivo "Marca".

Hace algo más de quince años el edificio fue restaurado y rehabilitado, pero sigue conservando interesantes elementos modernistas del diseño original. Así, vemos que la fachada principal presenta un cuerpo central con un gran arco y con acristalamiento entre grandes pilastras, rematándose con un torreón lateral y una balconada corrida muy representativa. El frontis contiene cerámicas de Daniel de Zuloaga, cuyos colores originales aún se pueden ver desde la calle Larra.


Exposición Temporal: "Madrid. Crónica de un cambio"
Lugar: Fundación Diario Madrid. C/ Larra, nº 14
Fechas: Desde el 20/12/2013 al 12/01/ 2014.
Horario: de lunes a sábado de 10,30 a 20,00 horas. Domingos: de 10,30 a 14,00 horas.
Entrada gratuita