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Proyecto para renaturalizar el Manzanares

Ecologistas en Acción ha presentado recientemente ante el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid un proyecto para renaturalizar el río Manzanares a su paso por la ciudad. Su propuesta recoge un conjunto de diversas actuaciones a aplicar en el tramo de río comprendido entre el Puente de los Franceses y Legazpi, destacándose entre ellas las de limpieza del cauce y la creación, mediante escolleras artificiales recubiertas de tierra, vegetación y arbolado, de riberas naturalizadas junto a los actuales márgenes de canalización de hormigón, así como la implantación de algunos pequeños islotes en medio del río. También se sugiere la necesidad de que las presas del tramo urbano se mantengan abiertas permanentemente para que las aguas puedan fluir de una forma natural, aunque ello implique la reducción del actual caudal a su paso por el casco urbano. La implementación de dichas actuaciones mejoraría sensiblemente, a juicio de Ecologistas en Acción, el valor ecológico y paisajístico del río a su paso por Madrid, posibilitando la limpieza y oxigenación de sus aguas y permitiendo además la regeneración en su seno de especies piscícolas, así como el asentamiento de aves, más allá de las actuales gaviotas y del reducido grupo de patos.  ¡Merece pues la pena estudiar seriamente la viabilidad de dicha propuesta!

Indudablemente de cara a los ciudadanos, especialmente aquellos que gustan de pasear y hacer deporte, Madrid dio un gran paso con el soterramiento de la M-30 y la incorporación del río como protagonista a los nuevos parques de Madrid Río y Lineal del Manzanares. Es cierto que en el primero, el más urbano de ellos, el río se muestra más como un canal que como un río natural, pero no por ello deja de disfrutársele (desnaturalizados también lo están a su paso por ciudades como París y Londres sus ríos, pero claro, estos son ríos de otra división). El Manzanares sabemos que es un río modesto, un aprendiz de río como sugirió irónicamente Quevedo, pero es nuestro río y en buena parte imagen medioambiental de nuestra ciudad. Toda actuación que se haga para mejorar su salud es por tanto bienvenida.

Dentro de una política de mejora medioambiental y de educación y compromiso ciudadano no debe faltar el respeto y puesta en valor de nuestro entorno natural y, en línea con ello, el río Manzanares debe ser un eje fundamental de actuación para Ayuntamiento y Comunidad. Recordemos que eManzanares es un río íntegramente madrileño, pues todo su recorrido, desde que nace en el Ventisquero de la Condesa (cerca de la Bola del Mundo) hasta que desemboca en el Jarama a la altura de Rivas-Vaciamadrid, lo hace dentro del término de la Comunidad de Madrid. Cuidar y poner en valor nuestro río es responsabilidad de todos. ¿No sería estupendo un río limpio, con una ribera cuidada y que además pudiera ser recorrido en plácido paseo gracias a la existencia de una senda ecológica a su vera bien delimitada?

Actualmente desde Madrid capital, en concreto desde la zona de Madrid Río, es posible acompañar al Manzanares en su recorrido norte hasta algo más allá del Puente de los Franceses, concretamente (adentrándonos un poco en la Casa de Campo y enlazando con el anillo verde ciclista) hasta el Puente de San Fernando (junto al Parque Deportivo Puerta de Hierro). De allí en adelante, aunque sería relativamente sencillo continuar hasta el Pardo, el vallado de varias instalaciones deportivas existentes en una de las orillas y el de los terrenos del Palacio de la Zarzuela en la otra, nos impide seguir cerca del río. Por su parte, si en lugar de tomar dirección norte nos dirigimos desde Madrid Río hacia el sur de la ciudad podemos enlazar directamente con el Parque Lineal del Manzanares y recorrer el definido como Tramo 1 de este, llegando hasta halgo más allá del denominado nudo supersur. A partir de allí el camino está poco cuidado si queremos seguir, aunque existe. Es el llamado Camino de Uclés, una ruta que, aunque a cierta distancia del río, nos lleva por el Camino del Malecón (antaño fue a tramos el camino de sirga del antiguo Real Canal del Manzanares) hasta la desembocadura del Manzanares en el Jarama. Sería deseable que este camino se adecentará y se recuperasen en lo posible los vestigios del histórico canal (se mantienen algunos restos de esclusas).

¡Pero claro, este último es otro proyecto!

Recordando al viejo profesor

El Ayuntamiento ha aprobado en su pleno del 27/01/2016 erigir en la plaza de Cibeles una estatua a Enrique Tierno Galván, el querido “viejo profesor”, considerado por muchos como el mejor alcalde que ha tenido la ciudad en los últimos años (hay incluso quienes defienden que es el mejor de la historia, si no contamos claro está, al rey Carlos III). Bienvenida sea en cualquier caso la decisión, especialmente si como se ha informado esta ha sido tomada finalmente por unanimidad de todos los representantes municipales tras solventarse, con la ubicación en Cibeles, el escollo que inicialmente suponía la propuesta de instalación de dicha estatua en la Plaza de la Villa, sustituyendo a la allí existente del almirante Don Álvaro de Bazán. ¡Pero que manía con mover de sitio las cosas!

Enrique Tierno Galván fue el primer alcalde electo que tuvo Madrid en la actual etapa democrática. Elegido como tal en 1979 tras un acuerdo alcanzado entre los partidos de izquierdas (el ganador en votos había sido el representante de UCD), su gestión y el cariño que supo ganarse de los madrileños, más allá de las preferencias políticas que estos tuviesen, le llevaron en las siguientes elecciones, las de 1983, a ser reelegido con mayoría absoluta.

Aquel Madrid de Tierno Galván es recordado en gran medida como el Madrid de la “movida madrileña”, un periodo de esplendor de la vida cultural, artística y social que contó con el decidido respaldo municipal, alentándose desde la alcaldía, a través de aquellos famosos “bandos”, a que todos, jóvenes y no tan jóvenes, saliesen a vivir la ciudad. Una ciudad que dicho sea de paso se hacía también por entonces más humanamente agradable gracias, entre otras iniciativas municipales destacadas, a la puesta en marcha de un plan de saneamiento integral de Madrid que posibilitó la recuperación de nuestro querido Manzanares. Fue entonces cuando se trajeron los patos para simbolizar que el río ya quedaba limpio a su paso por la ciudad.

Enrique Tierno Galván fallecido en enero de 1986 siendo aún alcalde de Madrid, y su entierro, llevado a cabo el 21 enero, se convirtió en todo un acontecimiento. Miles de personas, en la que fue sin duda una de las mayores manifestaciones de duelo que se recuerdan, se echaron a la calle para acompañar el recorrido de la comitiva fúnebre. Mi recuerdo, como bien refleja la foto adjunta, es el de una plaza de Cibeles abarrotada.

En su honor, se dio entonces el nombre de Parque Enrique Tierno Galván al nuevo espacio verde urbano que a finales de 1985, siendo aún alcalde nuestro protagonista, se había empezado a construir al sureste de la ciudad, en el denominado Cerro de la Plata (se trataba de una zona hasta entonces muy degradada ecológicamente, pues su suelo estaba cubierto de varios millones de metros cúbicos de lodo y carbonilla provenientes de los antiguos trenes de vapor que salían de las cercanas estaciones de Atocha y Delicias). Este Parque, con sus 45 hectáreas de extensión, es hoy uno de los grandes parques de Madrid, con agradables zonas de paseo, con un hermoso lago, y con diversos recintos culturales y de ocio lamentablemente poco rentabilizados actualmente. En la parte alta del Parque, cerca del recinto del Planetario, se encuentra también una estatua del alcalde homenajeado y que en su día fue sufragada por donativos de miles de madrileños. La nueva estatua que ahora va a erigirse en Cibeles podrá ser quizás más bonita, más artística, más … lo que sea, pero me temo que difícilmente tendrá para muchos de los que vivimos aquella etapa el mismo emotivo significado. No obstante, como ya he dicho ¡Bienvenida sea!



El Casino de la Reina

En la Ronda de Toledo, a mitad del tramo de esta calle comprendido entre la Glorieta de Embajadores y la Ribera de Curtidores, se encuentra la puerta principal de acceso al recinto del Casino de la Reina, hoy un modesto parque urbano pero que a finales del siglo XIX contó con el glamour propio de los Reales Sitios.

Resulta curioso conocer que la verja de hierro forjado que vemos protegiendo el recinto a todo lo largo de la calle perteneció originalmente al vallado de los jardines del Buen Retiro y que, por ese a menudo poco comprensible gusto municipal dado a mover las cosas de sitio, la puerta original del Casino, que debería mantenerse aquí, se encuentra desde 1885 en el acceso principal a los Jardines del Retiro: Es la conocida como Puerta de la Independencia (la que está en la plaza del mismo nombre, justo en frente de la Puerta de Alcalá).

El Casino de la Reina se llamó así no buscando la significación que hoy nos resulta más común de lugar de juego y apuestas, sino que se utilizó el término italianizante que hace referencia a una casa de campo, pues de eso se trataba, de una finca de recreo que el Ayuntamiento de Madrid quiso regalar a la reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, por su esperado primer embarazo (la corona española estaba en ese momento sin descendiente). Dicha finca, resultado de la adquisición y unión de diversos huertos existentes allá por los comienzos del siglo XIX en el límite sur de la ciudad, junto a la cerca de Felipe IV y próxima al Portillo de Embajadores (ambos derribados luego en 1868 para permitir la expansión de Madrid), fue oficialmente entregada a la reina el 25 de abril de 1818, pero lamentablemente esta poco pudo disfrutarla, pues falleció el 26 de diciembre del mismo año a consecuencia del parto de su segundo embarazo (del primero nació una niña que no sobrevivió más allá de cuatro meses y este tampoco fructificaría, pues terminó en aborto, debiendo la casa real esperar para tener sucesión hasta que en el cuarto matrimonio del rey nació por fin la que sería la futura reina Isabel II).

Pero volvamos a centrarnos en el recinto que nos ocupa: El Casino de la Reina se encontraba conformado por un edificio principal, diversas construcciones auxiliares y un amplio y completo jardín de estilo romántico. El edificio principal, una casa-palacio de dos plantas aun existente y reconvertida ahora en Centro Social Comunitario, fue construida por el Maestro Mayor (arquitecto municipal) Antonio López Aguado. Edificio exteriormente carente de adornos, se accedía al mismo por una triple escalinata con barandillas de hierro fundido que aún perduran y que estaba rematada por diez bustos de mármol blanco ya desaparecidos. En el interior del edificio si podía apreciarse en cambio el lujo propio de un recinto real, con hermosos muebles, pinturas y esculturas. Destacaba especialmente una gran sala con zócalos de mármol y con un fresco en el techo obra del afamado pintor de la época Vicente López Portaña (autor, entre otras obras, del que es uno de los más conocidos retratos de Francisco de Goya). Dicho fresco, denominado con el breve nombre de “Alegoría de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de Madrid” se encuentra actualmente en el Museo del Prado.

La finca se completaba, como he dicho y puede apreciarse en el Plano Parcelario de Madrid de 1874 realizado por Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, con varias dependencias para el servicio y un extenso jardín que contaba con estanque de riegos, ría navegable con isleta y zona de amarre para falúas de recreo, un cenador, e incluso una de esas grutas artificiales que por entonces tanto gustaba tener en los jardines nobles.

En la segunda mitad del siglo XIX la finca, que había entrado en claro declive de uso y mantenimiento, pasó por cesión de Isabel II a ser propiedad del Estado Español, buscándose a partir de entonces nuevos usos para la misma. Así, en el palacete y demás dependencias del Casino de la Reina se inauguró en julio de 1871 el Museo de Arqueología, que había sido creado pocos años antes. Dicha institución permaneció allí hasta 1895 en que, al quedarse pequeño por la incorporación de nuevos fondos museísticos, fue trasladado al nuevo edificio del Paseo de Recoletos.

Con el paso de los años el recinto siguió incorporando nuevos y diversos usos, construyéndose incluso varias edificaciones en los extremos del mismo. En 1877, una Real Orden aprueba la construcción, en la parte del Casino que da a la calle de Embajadores, de un edificio destinado a alojar la Escuela de Veterinaria. Las obras finalizaron en 1881 y el resultado fue el edificio neomudéjar que hoy vemos frente por frente al de Tabacalera y que tras trasladarse años después la Escuela al Campus de la Ciudad Universitaria (hecho que aconteció en 1958) fue ocupado poco después por el I.E.S. Cervantes. Al lado contrario del recinto, en el extremo oeste y junto a la calle Ribera de Curtidores, otro nuevo edificio fue levantado para ser ocupado por el Grupo Escolar Luis Vives (actualmente C.E.I.P. Santa María). Por último, en los primeros años del siglo XXI el ayuntamiento de Madrid restauró los jardines para uso público y así es como actualmente podemos visitarlos.