La creación de esta villa de recreo se debe a los novenos Duques de Osuna, representantes de una de las más importantes casas nobiliarias y poseedores, en la época en que nos situamos, no sólo de numerosos títulos sino también de una gran fortuna. Más en concreto fue la duquesa, doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, la verdadera responsable de que el proyecto se llevase a cabo, considerando desde el primer momento a esta villa como su "Capricho" personal. La duquesa fue persona muy culta (formó parte, por ejemplo, de la Real Sociedad Económica Matritense, siendo una de las dos primeras mujeres en ingresar en dicha entidad) y arquetipo de lo que en el siglo XVIII se conoció como aristócrata ilustrada. Gustaba de rodearse de intelectuales y artistas con los que charlar y debatir, acogiendo frecuentemente bajo su especial protección a pintores y literatos, como fue el caso de Francisco de Goya, Leandro Fdez. de Moratín, Tomas de Iriarte o Don Ramón de la cruz.
Aunque los Duques de Osuna residían en la capital (su palacio estaba en la Cuesta de la Vega, en lo que hoy es fundamentalmente la explanada con restos visibles de la antigua muralla árabe) la moda aristocrática de disponer de un espacio amplio fuera de la ciudad para destinarlo al ocio, al descanso y a las reuniones sociales, les llevó a comprar en 1783 unas huertas y casas de labor que el Conde de Priego poseía en la llamada Villa de la Alameda, a unos 9 kms de Madrid. El sitio fue elegido por la duquesa porque allí se disponía de amplios terrenos, el agua era abundante y, además, se encontraba cerca del Castillo de Barajas, recinto con fuerte simbolismo sentimental para ella y su esposo (eran primos entre sí), pues en él falleció encarcelado en 1622 su famoso antecesor Pedro Téllez-Girón y Velasco, Virrey de Nápoles y al que se conoció históricamente como el Gran Duque de Osuna.
Dado que fue famosa la rivalidad por acaparar protagonismo existente en la época entre la reina Mª Luisa, la duquesa de Alba y la de Osuna, es de entender que puesto que las dos primeras poseían ya villas de recreo más o menos próximas a Madrid (Aranjuez y Piedrahita), la duquesa de Osuna tomase el proyecto de esta nueva residencia como algo importante y muy personal, implicándose activamente tanto en la supervisión de los diseños como en la contratando para la ejecución de los mismos de prestigiosos artistas, jardineros y escenógrafos.
El excelente resultado del trabajo llevado a cabo en El Capricho queda de manifiesto en un diseño de parque que integra tres tipos de jardines clásicos: En la parte baja, la que se corresponde con el espacio más antiguo de la finca, nos encontramos con un jardín de estilo italiano, en el que los setos se mezclan con espacios arbóreos de hoja caduca que posibilitan la entrada del sol en invierno mientras que en verano ofrecen una agradable y fresca cobertura al paseante. En esta zona es donde además encontraremos el invernadero y el laberinto vegetal (divertimento frecuente en los jardines de época y que aquí se encuentra reconstruido, al parecer fielmente respecto al original que debió conocer la duquesa, pues el primigenio quedó destruido durante la Guerra Civil). La parte central del recinto, la que une mediante una hermosa avenida la entrada principal al recinto con el Palacete, se corresponde con un jardín de estilo francés. En él se distinguen claramente elementos representativos de este estilo, como el parterre, las plazuelas, o las pequeñas praderas de césped acotadas por setos cuidadosamente recortados, indicativos de un estilo de jardinería que exalta el dominio del hombre sobre la naturaleza moldeándola a su capricho. Por último, ocupando la parte más extensa y digamos moderna del parque, encontramos un jardín paisajista de tipo inglés, en el que se busca evocar a la naturaleza en su estado más puro: Diversidad de árboles, arbustos y flores surgen en aparente aleatoriedad en un paisaje con montículos, senderos serpenteantes, estanques, etc. Dentro de este jardín y complementando los múltiples rincones que invitan al paseo relajante, encontramos también la zona destinada en su día a la más pura diversión cortesana: Columpios, embarcadero, canal fluvial, castillo de batallas, Casino de Baile, ... y hasta una pequeña granja. ¡No estaba mal!
Comparada con la grandiosidad de los jardines llama quizás la atención del visitante la relativa sencillez del Palacete, pues carece externamente de adornos ornamentales relevantes (parece ser que se usaron en su momento elementos tipo atrezo que complementaban la decoración habitual cuando se celebraban eventos). Respecto al interior poco puedo decir, pues no es visitable. Parece ser que ya nada hay en su interior que merezca especialmente la pena artísticamente hablando, pues los enseres que allí había fueron vendidos por algunos propietarios sucesores de los duques años después de que estos falleciesen, o han sido trasladados a otros lugares (allí estuvieron originalmente, por ejemplo, varias conocidas obras de Goya, como El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre o La pradera de San Isidro).
Durante la Guerra Civil, lo que había sido durante años un lugar de descanso y recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército Republicano, conociéndose militarmente como Posición Jaca. De aquella época se conserva actualmente en los jardines de El Capricho un entramado de búnkers que, según parece, se abrirán próximamente a las visitas. Si es así seguramente será curioso también de ver.
Jardines de El Capricho
Dirección: Paseo Alameda de Osuna, s/n
Horario: Sábados, domingos y festivos de 9 a 21 h.
Metro más próximo: Alameda de Osuna