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Casa-palacio de don Manuel González-Longoria

En la calle Juan de Mena, esquina con la de Ruiz de Alarcón, se encuentra la casa-palacio de don Manuel González-Longoria, uno de esos elegantes palacetes que la burguesía de finales del siglo XIX se hizo construir en el incipiente barrio de los Jerónimos que hacia 1865 empezó a configurarse cerca del Paseo del Prado, sobre los antiguos terrenos del que fuera Palacio del Buen Retiro.

González-Longoria, indiano de origen asturiano, fue miembro de diferentes consejos administrativos, diputado por el partido conservador entre 1879 y 1886 y senador vitalicio desde 1891. Además, a través del matrimonio de sus hijas, emparentó con la nobleza y obtuvo en 1895 para su hijo el título de marqués de la Rodriga. Este último heredará el inmueble en 1912 y unos años después, puesto que había fijado su residencia en Oviedo, decide  poner a la venta el edificio, siendo adquirido en 1925 por el Colegio de Notarios de Madrid. 

El diseño de la casa data de 1888 y es obra del arquitecto José Marañón Gómez-Acebo (autor también, por ejemplo, del Hospital Central de la Cruz Roja, en la Avda. Reina Victoria, quien se ajustará al objetivo demandado por González-Longoria de disponer tanto de una residencia familiar como de un lugar de trabajo, obteniendo además una rentabilidad económica adicional con la construcción en la finca de varias viviendas para su arrendamiento. Así, el interior del edificio está organizado en dos zonas, con accesos independientes. La primera zona, con portal y entrada por la calle Ruiz de Alarcón (actualmente zona de oficina del Colegio Notarial de Madrid), fue la destinada a arrendamiento y contaba con dos viviendas en las plantas segunda y tercera, y un estudio de artista en la buhardilla, comunicadas por una escalera interior que era también usada para el servicio de los González-Longoria. Su semisótano disponía también de acceso propio y directo desde la calle Ruiz de Alarcón, siendo utilizado como local. La segunda zona del edificio, más suntuosa, tenía su entrada por la calle Juan de Mena y correspondía a la parte destinada a la residencia y las oficinas de los González-Longoria. Es está parte del edificio la que resulta más interesante y la que se puede visitar de forma guiada en el marco del programa "¡Bienvenidos a palacio!" organizado anualmente por la Comunidad de Madrid.

En el espacio del “postportal” descendían los ocupantes de los carruajes que accedían al interior del edificio. La escalera situada a la derecha comunicaba directamente con el despacho de González-Longoria y las oficinas, mientras que la de la izquierda con la residencia. Esta segunda escalera era más noble, y contaba con dos tramos hasta el piso principal y a partir de ese nivel con doble ramal. Ambas escaleras son de mármol.


La planta principal es de estilo palaciego y conserva actualmente parte de su mobiliario original. En ella encontramos el vestíbulo, salón dorado, el salón chinesco y el comedor de gala y la biblioteca (hoy reconvertida en ampliación del salón de actos del Colegio).



Cuesta de Moyano

El mundo digital sin duda ha asentado sus reales en la sociedad actual y, al hacerlo, usos y costumbres que hasta no hace mucho considerábamos enraizadas van viéndose modificadas de forma progresiva. Una de ellas claramente es la compra y lectura de libros en formato papel, pues pese a seguir a fecha prefiriéndose mayoritariamente dicho soporte al electrónico (dato refrendado por el CIS y que sin duda mucho tiene que ver con que buena parte de ese 63% de índice de lectores existentes en nuestro país nació antes del boom digital) cada vez más la impresión en papel tenderá a ir reduciendo su ámbito de existencia. ¿Qué uso real tienen en nuestras casas ya, por ejemplo, todos esos volúmenes enciclopédicos del Espasa o del Larousse que siguen llenando nuestros estantes y que un día seguramente adquirimos como culturalmente imprescindibles?

Es evidente que el libro en papel se hace viejo, pero por suerte aún mantiene para muchos un encanto especial que va más allá de la propia evasión de la lectura y se recrea incluso con el objeto en sí. ¿Eres de los que disfrutas ojeando libros?

Madrid cuenta con abundantes y buenas librerías, pero no es de ellas de lo que hoy quiero hablar, sino de una de las ferias permanentes del libro más antiguas en Europa: La Feria Cuesta de Moyano.

Como seguramente conoces, la Feria de libros Cuesta de Moyano es un agradable espacio de compra venta de libros en el que estos se exponen en casetas abiertas a la calle, sobre el mostrados de las mismas y en mesas auxiliares instaladas junto a ellas. La oferta es variada, pudiendo encontrar allí publicaciones antiguas y actuales, ediciones nuevas y de segunda mano a buenos precios y que por su singularidad atrae, especialmente los domingos por la mañana, no sólo a bibliófilos y ávidos lectores de limitados recursos económicos, sino a muchos curiosos simples paseantes.

Situada a un costado del Real Jardín Botánico, la calle de Claudio Moyano en la que se ubica este conjunto de casetas se conoce popularmente como Cuesta de Moyano por el evidente desnivel de la calle, peatonalizada en el 2007, que asciende desde la confluencia del Paseo del Prado con Atocha hasta las lindes del Parque del Retiro.

Esta feria permanente del libro nació en 1919, a raíz de la decisión de un sector de libreros, que participaba desde finales del XIX en otra feria más generalista existente por entonces en Atocha, de escindirse de esta e instalarse, como feria especializada, en el Paseo del Prado, delante del Jardín Botánico. En 1924 la feria sería trasladada por iniciativa municipal a la calle Moyano y un año después quedaría regulado el espacio destinado a la misma: Se estableció un máximo de 30 casetas a instalar, todas ellas con un similar diseño en madera y con idénticas dimensiones (15 metros cuadrados) y se fijó un canon mensual de arrendamiento que oscilaba entre las treinta y las cincuenta pesetas. Parece ser que el nuevo emplazamiento realmente nunca gustó demasiado a los libreros, que preferían el Paseo del Prado por su mejor visibilidad y mayor tránsito de personas, pero pese a más de un tira y afloja con la municipalidad, allí quedarían ya establecidos para siempre. Bueno, no exactamente del todo, pues en dos ocasiones se les trasladó provisionalmente a su ansiado Paseo del Prado: La primera fue en 1986 como consecuencia de la renovación de los puestos (se les dotó, entre otras mejoras, de agua, calefacción y teléfono), y la segunda en el año 2004 tras el incendio de una estación eléctrica situada en las proximidades, y cuya nueva ubicación se decidió fuera en el subsuelo de la Cuesta Moyano, circunstancia ésta que se aprovechó para afrontar una amplia remodelación en la zona y, entre otras cosas, hacerla peatonal. El 19 de abril de 2007 las 31 casetas de las que consta actualmente la feria (se añadió una reservada al propio Ayuntamiento), reabrieron nuevamente al público con la estructura que hoy contemplamos (la reforma respetó el diseño original de las casetas, siendo estas una réplica exacta de las que había en el año 1925).

La calle se halla presidida, en su extremo más próximo a Atocha, por la estatua de quien da nombre a la misma, el zamorano Claudio Moyano y Samaniego, político español de la segunda mitad del siglo XIX, de ideología liberal, artífice de la ley de instrucción pública de 1857, -conocida popularmente como “Ley Moyano”-, que estructuró y reguló el sistema educativo español durante más de 100 años, hasta ser desbancada en 1970 por una nueva Ley General de Educación. 

En el otro extremo de la calle, en su parte alta, Pio Baroja vela desde 2007 por el mantenimiento literario de esta calle. La estatua, creada en 1980, estuvo con anterioridad instalada en el interior del recinto de los Jardines del Retiro, pero se decidió trasladarla aquí, al remodelarse la calle de Moyano, en recuerdo a los paseos que el escritor daba frecuentemente por ella, recreándose en las casetas (fue uno de los firmantes de la petición que en su día se hizo al Ayuntamiento de Madrid para que se destinara un espacio fijo para instalar la feria permanente del libro).

¡Ojo pues, don Pio!

El Estanque del Retiro

Los aledaños del Estanque del Parque del Retiro son sin duda uno de esos sitios preferidos por los madrileños para pasear en un día festivo, preferentemente si el tiempo soleado acompaña. La distracción allí está asegurada, pues a lo agradable del entorno arbóreo y monumental hay que añadir el disfrute que para niños y mayores supone la contemplación de los pequeños espectáculos ofrecidos por variedad de músicos, magos y titiriteros, sin olvidar además el propio espectáculo que ofrece el estanque con sus barcas, y también las voraces y enormes carpas luchando siempre por unos trozos de pan arrojados al agua.

El origen del Estanque Grande, -pues este es su nombre oficial-, se remonta al del propio recinto del Retiro, lugar de recreo creado entre 1630 y 1640 a iniciativa del Conde-Duque de Olivares para el disfrute de la Corte del rey Felipe IV. De aquella época inicial hoy permanece, además de buena parte de árboles y plantas, el Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro (hasta hace sólo unos años utilizado como sede del Museo del Ejército y hoy cerrado), el Casón (antiguo salón de baile), el Estanque de Las Campanillas o Pequeño Estanque Ochavado (recientemente restaurado), el Estanque Grande,  y la Ría Chica. De ellos, en concreto el Estanque Grande que nos ocupa fue construido en 1634 por Cristobal de Aguilera, maestro mayor y veedor de las fuentes de Madrid.

El diseño del Estanque Grande era originalmente algo mayor seguramente que el que ahora vemos, contando además con diversos elementos que desaparecieron con el tiempo. Disponía en su perímetro con varios embarcaderos y edificaciones, -los llamados “pescaderos”-, desde los que la realeza y sus acompañantes podían pescar. En el centro del estanque, tal como se aprecia en el plano de Texeira, había una isleta que se utilizada como punto de desembarco de caballeros y damas en sus lúdicos paseos náuticos y también como apoyo escenográfico en las neumaquias (representación de batallas navales) y en los diversos eventos teatrales y musicales que se programaban. Del estanque partía también un canal navegable, llamado del "Mallo" o "Ría Grande", que discurriendo aproximadamente a lo largo de lo que hoy es el Paseo de Coches llegaba hasta la altura de lo que ahora es la glorieta del Ángel Caído, en donde el canal finalizaba formando una isla interior en la que se levantaba una ermita, la de San Antonio de los Portugueses (posteriormente, en el lugar que ocupó esta se construyó en 1760, durante el reinado de Carlos III,  la famosa Real Fábrica de Porcelanas, popularmente conocida como “la China”). El agua del Estanque Grande procedía mayoritariamente del Arroyo Abroñigal, siendo recogida a tal efecto mediante cuatro grandes norias que, disimuladas en el interior de templetes, estaban situadas a los lados del estanque.

No se tienen datos fiables de en qué momento exacto desaparecieron tanto la isleta como el canal del Mallo, pero la primera ya no aparece en los mapas del reinado de Carlos III (1785) y la canalización seguramente se alteró a causa de las reformas de José I (1808-1814).

En 1817, tras el estado en que como consecuencia de la Guerra de la Independencia quedaron los Jardines del Retiro (el ejército invasor napoleónico instalo una ciudadela en su interior, haciendo de la fábrica de La China la instalación central de la misma), Fernando VII encargó a su arquitecto mayor, Isidro González Velázquez, la realización de diversas obras de acondicionamiento y mejora. Entre las nuevas construcciones que se hacen destacan la Fuente Egipcia y, en el lado oriental, un Embarcadero en piedra, ladrillo y madera, con cubierta de zinc y plomo en tres cuerpos y decoración “chinesca”. En el interior de este Embarcadero, que podemos apreciar en el cuadro adjunto de José Ribelles, diversas estancias acogían a la familia real para que pudieran descansar cuando acudían a los festejos en el Estanque.

En 1867 se abrió al uso público la navegación en el estanque, completándose el nuevo servicio a los madrileños con diversas instalaciones hosteleras que atrajeron a partir de entonces a muchos asiduos. En 1917 se construyó un nuevo embarcadero al norte del estanque que vendría a sustituir al anterior que por entonces estaba ya en muy mal estado y fue derribado. En su emplazamiento se construiría el gran monumento a Alfonso XII que desde su inauguración en 1922 preside la estampa del estanque. Este conjunto monumental fue proyectado por el arquitecto José Grases Riera. Mide 30 metros de alto, 86 metros de largo y 58 metros de ancho, y en su elaboración participaron más de veinte escultores. Su simbología es grandilocuente: En el centro de un gran hemiciclo de columnas que representa al pueblo español se alza, sobre un gran pedestal, la estatua ecuestre del rey (realizada por Mariano Benlliure) en actitud calmada, como corresponde a su título de "Pacificador". Del agua del estanque ascienden hacia el monumento central unas escalinatas flanqueadas por leones de piedra sobre pedestales con sirenas de bronce.

El Estanque es poco profundo, pues con una media de 1,27 metros oscila en partes entre los 60 centímetros de mínimo y los 1,81 metros máximos. A pesar de ello, parece ser que durante la época romántica fue escenario de numerosos intentos de suicidios. ¡Como no fuesen devorados por las carpas! (he leído que una de ellas, a la que llamaban Margarita, llegó a medir 1 metro de longitud y a pesar 12 kilos, pero como no soy pescador y se que en el gremio se tiende a exagerar, tomo el dato con cautela).

El Estanque se ha vaciado completamente en varias ocasiones para su limpieza y sorprende saber que además de lodo y peces muertos (ver imágenes del No DO) en su lecho se han encontrado muchas más cosas, algunas realmente sorprendentes. En el año 2001, por ejemplo, se sacaron de allí 192 sillas, 40 barcas, 41 mesas, 20 papeleras, 9 bancos de madera, 3 contenedores, 19 vallas del Ayuntamiento, 50 teléfonos móviles, una máquina expendedora de chicles, varios carros de la compra, numerosos monopatines y una caja fuerte (abierta y vacía).

Como curiosidad, señalar que en 1963 se desecó el estanque para rodar unas escenas de la película "El Fabuloso Mundo del Circo" en las que se aparentaba estar en el Parque de Atracciones de Viena (el cercano Paseo de Coches se transformó también para la ocasión en los Campos Elíseos de París). Aquí tienes una foto con algunos de sus afamados protagonistas, -John Wayne, Claudia Cardinale, Rita Hayworth-, y el monumento de Alfonso XII al fondo. 

¡No dejes de disfrutar de los parques y jardines de Madrid!

¡Ah!, y por si fuese de tu interés, te facilito seguidamente otros enlaces de este blog relacionados con el Parque del Retiro:


La Rosaleda del Retiro

La Rosaleda del Parque del Retiro luce estos días su multicolor gama cromática, un espectáculo floral que atrae cada primavera a numerosos paseantes deseosos de disfrutar con la contemplación de las vistosas rosas que, en gran número y variedad, allí se concentran. Las hay rojas, blancas, rosaceas, amarillas, fucsias, ... ¡Una preciosidad!

De las tres rosaledas públicas de las que dispone Madrid (La del Parque del Oeste, la del Jardín Botánico y la del Parque del Retiro) esta es sin duda, por su ubicación y accesibilidad, la más visitada por los madrileños y seguramente también la más retratada, pues ¡cuántas fotografías de novios o posados de bodas y primeras comuniones no tendrán de fondo este lugar!


La Rosaleda del Retiro está situada al final del Paseo de Coches, cerca de la Plaza del Ángel Caído. Allá por 1870 este sitio lo ocupaba un estanque artificial, llamado de patinar ya que para tal fin se utilizaba cuando se helaba en invierno, cosa no obstante que ocurría menos veces de las deseadas por los patinadores, pues al estar en una zona despejada del parque el hielo duraba poco. Fue por ello que, en 1876, se decidió trasladar el área de patinaje a la zona más sombría del denominado Campo Grande, creando allí una Ría circular con una pequeña isla central a la que se podía acceder por puentes. El lugar permanece actualmente y, aunque no se usa para patinar, constituye uno de los rincones con encanto del Retiro.

Sobre el espacio del antiguo estanque de patinar se instaló en 1883 un invernadero que el Marqués de Salamanca cedió al Ayuntamiento y que hasta ese momento había estado en el jardín de su Palacio del Paseo de Recoletos. El invernadero, de los de tipo estufa, había sido construido en Londres y fue una de las primeras construcciones de hierro y cristal en su tipo que adornaron los palacios del eje noble de Madrid. Tenía forma rectangular y bóveda de cañón, disponiendo en su interior de una serie de termosifones que mantenían la humedad necesaria para el cultivo de especies exóticas de plantas. Este invernadero se mantuvo hasta 1930, pero ya algo antes, en 1914, el alcalde de Madrid, que por aquel entonces era Carlos Prat, había encargado al recientemente nombrado Jardinero Mayor Cecilio Rodríguez el diseño en aquel lugar de una Rosaleda al estilo de las existentes en otras capitales europeas, encargo para el que Cecilio viajó a Francia a fin de buscar inspiración y adquirir de paso rosales. El modelo de rosaleda elegido fue el de Bagatelle, en los jardines del Bosque de Bolonia de París, trayéndose además de aquel viaje 12000 rosales de más de 350 especies diferentes.

La Rosaleda que hoy vemos, pese a haber sido remodelada varias veces desde su creación (en la Guerra Civil, sin ir más lejos, se destruyo gran parte de la misma) mantiene el diseño original: Tiene una superficie aproximada de 0.8 hectáreas y es de forma elíptica, estando delimitado perimetralmente el recinto por un seto de ciprés que permite el acceso por cuatro puntos. La distribución interior de caminos y parterres guarda la simetría propia de los jardines de estilo francés e incluye dos fuentes y un estanque central.

¡Merece la pena darse un paseo por allí!

Palacio de Velázquez

El Parque del Retiro contiene construcciones singulares y sin duda una de ellas es el Palacio de Velázquez, así denominado no en referencia al famoso pintor de Corte, como creen erróneamente algunos madrileños, si no en honor a quién fue su arquitecto principal: Ricardo Velázquez Bosco.

El edificio, de hermosa y llamativa fachada, fue construido entre los años 1881 y 1883 como pabellón central de la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, que se celebró en Madrid entre los meses de mayo y noviembre de 1883. Posteriormente, en 1887, sería aprovechado para la Exposición de Filipinas que se celebró en el Retiro y, una vez que esta finalizó, se destinó a Museo de Ultramar. Entre 2005 y 2010 estuvo cerrado por obras de mantenimiento y reforma, utilizándose tras su reapertura como centro de exposiciones temporales de arte contemporáneo asociado, al igual que el cercano Palacio de Cristal, al Museo Reina Sofía y dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Arquitectónicamente el palacio de Velázquez responde a la corriente que se puso tan de moda en Europa a partir de mediados del XIX de construcciones con estructura de hierro. El exterior del edificio muestra una gran nave central con bóveda de cañón y cuatro torreones en las esquinas, unidos por galerías. La armadura, la cubierta y los marcos de los huecos son de hierro, cinc y cristal, material este último que al estar presente en gran parte de la bóveda posibilita la iluminación natural de las salas interiores. La fachada principal está construida con ladrillos de dos tonos y decorada con azulejos, relieves en estuco que representan a la minería y a las bellas artes, y una hilera de medallones. En el centro de esta fachada, tras una gran escalera de mármol blanco de quince metros de longitud y custodiada a ambos lados por esculturas de leones alados, un pórtico con tres arcos de medio punto sobre columnas jónicas nos da paso al interior del edificio, que es prácticamente un único espacio de planta rectangular sin divisiones, exclusivamente las que corresponden a los cuatro torreones. En la galería central, de dieciocho metros de altura, las cubiertas y las columnas de hierro son las únicas protagonistas.

Señalar por último que en la construcción de este edificio, además de Ricardo Velázquez Bosco, que fue como ya he dicho el arquitecto coordinador del proyecto, trabajaron también el ingeniero Alberto del Palacio (constructor, entre otras obras significativas, del famoso Puente de Hierro de Portugalete y de la madrileña Estación de Atocha) y el ceramista Daniel Zuloaga, autor también por ejemplo de las cerámicas del Palacio de Cristal, el otro hermoso edificio del Retiro del que Velazquez fue también arquitecto y Palacio colaborador destacado, pues aportó los cálculos para construir el armazón metálico. Buen equipo sin duda el que formaron estos tres y buen legado de obras el que, juntos o por separado, nos han dejado.

La Neomudejar. Centro de artes de vanguardia

Las artes de vanguardia tienen en Madrid un nuevo espacio expositivo, sin duda original, pues aprovecha las instalaciones que albergaron durante décadas los talleres de formación de Renfe en la antigua estación de Atocha. Hablo de “La Neomudejar”, Centro de Artes de Vanguardia y Residencia Artística Internacional de Madrid que la promotora Art House ha abierto tras un acuerdo de alquiler con ADIF y que tiene la singularidad como espacio artístico de mantener la decadente estética de los edificios en desuso (se ve que ha estado medio abandonado durante bastante tiempo en los últimos años) y que ahora, en su reapertura, se ha querido mantener casi como estaba, buscando con ello, según indican sus promotores, resaltar la singularidad del propio edificio en el que se ubica como punto de reflexión sobre los procesos de creación y rehabilitación.

La intención de Art House es que este espacio se consolide poco a poco como escaparate de las artes de vanguardia de la ciudad, acogiendo proyectos de creadores multidisciplinares emergentes llegados de todas las partes del globo. Se apostará especialmente, según indican, por los nuevos códigos de lenguaje, la experimentación y las vanguardias: Videoarte, performances, street art, parkour, robótica, etc … He de confesar que puesto que no estoy familiarizado con algunas de estas terminologías, -no soy tampoco seguidor por lo general de propuestas tan vanguardista-, he recurrido a Wikipedia para entender el significado de las mismas. Lo comparto seguidamente por si alguno se encuentra en mi misma situación:

  • Videoarte: Tendencia artística surgida al hilo de la consolidación de los medios de comunicación de masas y cuya pretensión es explorar las aplicaciones alternativas y artísticas que tiene el utiliza información de video o audio (no debe confundirse con la televisión o el cine experimental).
  • Performance o acción artística: Es una muestra escénica, muchas veces con un importante factor de improvisación, en la que la provocación o el asombro, así como el sentido de la estética, juegan un papel principal.
  • Street art (arte urbano o arte callejero): Hace referencia a formas artísticas que surgen en la calle, siendo el grafiti la más relevante de ellas aunque no la única.
  • Parkour (el arte del desplazamiento): Disciplina que consiste en desplazarse de un punto a otro lo más eficazmente posible, usando principalmente las habilidades del cuerpo humano para superar obstáculos que se presenten en el recorrido, tales como vallas, muros, paredes, etc. Los practicantes del parkour son denominados traceurs (traceuses en el caso de las mujeres).
¡Visítalo y créate tu propia opinión al respecto! Encontrarás el Centro de Artes La Neomudejar junto a la entrada al parking de la estación de Atocha que hay al comienzo de la calle Téllez, en su cruce con la calle Antonio Nebrija. Es el conjunto de edificios antiguos que ves a la derecha de la entrada (la señalización es actualmente algo primitiva).

Para más información pulsa aquí

El árbol más antiguo de los parques de Madrid

Pese a que las ciudades no son el mejor sitio para admirar la naturaleza, sus parques y jardines constituyen sin duda interesantes lugares hacia los que encaminar nuestros pasos si de disfrutar del aire libre se trata y, a poco que estimulemos nuestra curiosidad, encontraremos motivaciones que nos animen a visitarlos reiteradamente para descubrir rincones o matices que quizás antes nos pasaron desapercibidos. Así, por ejemplo, ¿no te gustaría ver el árbol considerado más antiguo de Madrid?

Conviene precisar previamente respecto a la identificación de árboles singulares en nuestra ciudad que en 1992 se aprobó mediante decreto del Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid el denominado Catálogo Regional de especies amenazadas de Fauna y Flora silvestres, creándose en el mismo la categoría de árboles singulares para identificar “los ejemplares de flora que por características extraordinarias, por su rareza, excelencia de porte, edad, tamaño, significación histórica, cultural o científica, constituyen un patrimonio merecedor de especial protección por parte de la Administración”. Actualmente, el catálogo de árboles singulares de la Comunidad de Madrid está constituido por 257 ejemplares, de los que 60 se ubican en el municipio de Madrid. Uno de ellos es, por supuesto, nuestro buscado más longevo árbol y este es el Ahuehuete del Parque del Retiro.

Si deseas acercarte a verlo te propongo en este paseo que entres en el Parque del Retiro por la puerta de la calle Alfonso XII situada justo frente al Casón del Buen Retiro (aprovecho la ocasión para indicar que este edificio originariamente fue el salón de baile del Palacio del Buen Retiro y es junto con el edificio del Salón de Reinos,- sede del Museo del Ejército hasta su traslado en 2009 a Toledo-, las únicas dos edificaciones que sobreviven del conjunto arquitectónico del antiguo palacio, mandado construir por Felipe IV para ser segunda residencia y lugar de recreo). La hermosa puerta de estilo barroco que nos da acceso al Parque es la llamada Puerta de Felipe IV y data de 1680. Originariamente esta puerta estaba situada en el sitio de la actual Plaza de Cánovas del Castillo, ya que por entonces y hasta mitad del siglo XIX hasta allí se extendía el Parque del Buen Retiro (como curiosidad adicional indicarte que se trata de una puerta conmemorativa, erigida para dar la bienvenida a la Corte a Mª Luisa de Orleáns, primera esposa de Carlos II, y que tras el fallecimiento de esta se reutilizó en 1690 con la misma función para su segunda esposa, la reina Mariana de Neoburgo. La inscripción que se ve en la puerta corresponde a este segundo acontecimiento).

Nada más acceder al Parque te encuentras con el famoso Parterre del Retiro, jardín de estilo francés creado a instancias del rey Felipe V según la moda de la época (el diseño que actualmente vemos es en realidad fruto de una remodelación que se hizo a mediados del siglo XIX). El lugar es como veremos amplio y vistoso, con sus coloridas isletas florales y sus llamativos cipreses artísticamente recortados. Siguiendo con las anotaciones curiosas indicar que este jardín ha sido a lo largo de la historia escenario de acontecimientos señalados, siendo especialmente recordado, por ejemplo, el hecho que desde aquí, el día 12 de agosto de 1792, el capitán Vicente Lunardi se elevó sobre el cielo de Madrid a bordo de un globo aerostático, acción que quedó inmortalizada para el recuerdo en numerosos grabados de la época.

Pero, ¿dónde está nuestro árbol?


Lo encontramos en el lateral izquierdo del Parterre. Es un árbol hermoso y realmente bonito, con su anchísimo tronco de potente copa y vistosas hojas colgantes. Es, como ya indiqué un Ahuehuete, al que también se conoce como Ciprés Calvo, y su plantación data por lo visto de en torno a 1632. Según cuenta la tradición popular este árbol se salvó de la tala general que sufrió el Parque, al instalarse allí el acuartelamiento de las tropas francesas durante la invasión napoleónica, porque su tronco sirvió de apoyo y ocultamiento de una pieza de artillería.

Los Ahuehuetes son árboles abundantes principalmente en áreas pantanosas de México y del sur de Estados Unidos (el nombre ahuehuete significa en lengua  azteca “viejo del agua”), siendo por lo general árboles que con frecuencia acostumbran a vivir más de 500 años, existiendo ejemplares que superan holgadamente esa edad, como es el caso del famoso Árbol de Santa María del Tule, en el estado mexicano de Oaxaca, y al que se le calculan más de 2.000 años. Impresiona su edad e impresiona el tamaño de su tronco (anexo un video).

Deseemos larga vida a nuestro anciano Ahuehuete.

Real Jardín Botánico de Madrid

Si elegimos uno de esos días agradables para pasear, cualquier época del año es buena para acercarnos al Botánico y disfrutar, sin prisas, de este histórico rincón de naturaleza en pleno Paseo del Prado.

El origen de los jardines botánicos se sitúa en el Renacimiento, aunque hay constancia de que ya antes existían algunos, por ejemplo en la cultura árabe. Surgen como tales en Italia (Pisa y Padua, 1543) y lo hacen en estrecha conexión con las universidades, pues el objetivo de estos jardines es la colección, conservación, estudio y divulgación de las plantas locales y exóticas (en un principio se limitaban a ejemplares de uso alimenticio y medicinal). El interés por estos recintos se va extendiendo y surgen  jardines de este tipo en otras ciudades europeas.

El Real Jardín Botánico de Madrid,  segundo de los que se crean en España (el primero fue el de Valencia, en 1567), se funda en 1755, durante el reinado de Fernando VI, y su ubicación estaba en la Huerta de Migas Calientes (actualmente Puerta de Hierro, a orillas del río Manzanares). Este jardín, que ya contaba con más de 2000 plantas, pronto empieza a quedarse pequeño y será Carlos III quien en 1774 de instrucciones para trasladarlo a su actual emplazamiento en el Paseo del Prado de Madrid, dentro del programa de ordenación del Salón del Prado y Atocha (se quiso dar a esta zona una simbología del mecenazgo de la Corona con las ciencias y las artes, ubicando en ella además del Real Jardín Botánico, el Real Gabinete de Historia Natural, -posteriormente Museo del Prado-, y el Observatorio Astronómico).

El primer proyecto del nuevo jardín fue encomendado al asesor científico Casimiro Gómez Ortega y al arquitecto Francesco Sabatini, que entre 1774 y 1781 (año de la inauguración) realizó la traza inicial, y parte del cerramiento, en el que destaca la Puerta Real (Paseo del Prado). Sobre esta base, entre 1785 y 1789 Juan de Villanueva realizó un segundo y definitivo proyecto, más racional y acorde a la función científica y docente que debía tener el jardín. Éste ocupaba una superficie de 10 hectáreas distribuidas en tres niveles aterrazados que se adaptaban a la orografía del terreno. Las dos inferiores (Terraza de los Cuadros y Terraza de las Escuelas Botánicas) permanecen hoy en día tal y como fueron construidas, mientras que la superior (Terraza del Plano de la Flor) fue remodelada en el siglo XIX con rasgos ajardinados. El recinto estaba cerrado por una elegante verja de hierro y contaba con dos puertas de acceso: la Puerta Real (de la época de Sabatini) y otra secundaria, diseñada por Villanueva, enfrente del Museo del Prado, por donde actualmente se accede al recinto.

El Jardín Botánico se fue enriqueciendo durante años con los envíos de las expediciones científicas que auspiciaron los sucesivos monarcas, de forma que a comienzos del siglo XIX se había convertido en uno de los más importantes de Europa. No obstante, en la década de los años ochenta de dicho siglo el Jardín ve reducida su superficie por la parte que da a Atocha (se construye el edificio que actualmente ocupa el Ministerio de Agricultura y se abre la calle que hoy conocemos como cuesta de Claudio Moyano). A finales del XIX y principios del siglo XX el jardín cae en cierto abandono que llevan a su cierre en 1974 para abordar profundas obras de restauración, abriéndose nuevamente y ya remodelado, como podemos verlo actualmente, en 1981.

Caminar por los senderos inferiores del Jardín contemplando la variedad de plantas y flores, ver  en la terraza superior la curiosa colección de bonsáis donada en 1996 por el ex presidente del Gobierno Felipe González,  entrar en los invernaderos y aprovechar nuestra visita para ver alguna de las exposiciones temporales que suelen programarse en el Pabellón Villanueva,  son argumentos suficientes para que anotemos en nuestra agenda de actividades hacer una visita al Jardín Botánico. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste?