Isidro de Merlo y Quintana, nuestro San Isidro, nació en Madrid a finales del siglo XI. Hombre humilde y muy devoto cristiano, trabajó primero en la Villa de pocero pero cambió a la profesión de labrador cuando tuvo que huir de la ciudad ante la conquista de esta por los almorávides. Se instaló en Torrelaguna y allí se casó con María Toríbia, gran devota como él y que años después también sería canonizada bajo el nombre de Sta. Mª de la Cabeza. Después de un tiempo, durante el que la pareja residió temporalmente en Caraquiz y Talamanca, se asentaron ya en Madrid, trabajando Isidro como labrador al servicio de Iván de Vargas, miembro destacado de una de las importantes y adineradas familias de la Villa, fijando su vivienda en unos aposentos bajos de la casa que este tenía junto a San Andrés (se trata del edificio, hoy reconstruido, que alberga el Museo de los Orígenes de Madrid y en el que se conserva el famoso pozo al que en breve haré mención).
En esa casa es donde va a nacer su hijo Illán y donde, pocos años después va a tener lugar uno de los numerosos milagros que se atribuyen al santo y que es el que representa, por ejemplo, la escultura existente en el Puente de Toledo: Siendo Illán muy pequeño y encontrándose Isidro trabajando en el campo, en un descuido de la madre el niño se cayó al pozo existente en la casa. Alertado del suceso, Isidro regresó rápidamente a la casa, suplicando a la Virgen de la Almudena su mediación. Cuentan que sorprendentemente el agua empezó entonces a subir, llegando casi a rebasar el borde del pozo y permitiendo con ello rescatar al niño caído que, además, apareció sin rasguño alguno. Por este echo y por otros muchos milagros que se le atribuyen, como el de que unos ángeles araban por él los campos mientras rezaba, su popularidad como hombre santo y milagrero se fue consolidando, arraigando considerablemente tras su muerte el 30 de noviembre de 1172. Su fama en la tradición popular madrileña hizo, por ejemplo, que ya desde el siglo XII se acudiese a beber el agua milagrosa de su fuente, pues se atribuía al Santo el milagro de haber hecho brotar allí agua de la tierra con el simple golpeo en el suelo de su aguijada. De hecho, el origen de la Ermita del Santo guarda relación también con la fuente: Cuentan que habiendo llegado a oídos de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos I (estamos ya en el siglo XVI), las supuestas propiedades medicinales de las aguas que brotaban de este manantial, decidió dárselas a beber a su hijo, el futuro rey Felipe II, que se encontraba seriamente enfermo. El muchacho por lo visto sanó rápidamente y, en agradecimiento, la emperatriz ordenó la construcción de una ermita junto al manantial. Esta primera y al parecer modesta construcción sería sustituida en 1725, ya en época de Felipe V, por una nueva que, no obstante se vería seriamente dañada durante el transcurso de la Guerra Civil del XX y que siendo reconstruida al finalizar la contienda es la que actualmente vemos.
Decir por último que los restos mortales de San Isidro Labrador y de su mujer, Santa María de la Cabeza, reposan desde 1769 en la Colegiata de San Isidro (con anterioridad estuvieron en la Iglesia de San Andrés). Si hacemos una visita a esta hermosa colegiata (c/ Toledo, 37), que recordemos fue entre 1885 y 1993 la catedral provisional de Madrid, veremos como en el mismo retablo del altar, que está dedicado al Santo, existen dos sepulcros: El de arriba guarda los restos de San Isidro y el de abajo los de su mujer.
Para ver el Programa de actos de las Fiestas de San Isidro del año en curso accede a la web correspondiente. Así mismo, también puede ser de tu interés una anterior entrada de este blog en el que se abordó el tema del casticismo madrileño. Puedes acceder a ella desde aquí.