Cerca de la Plaza de Tirso de Molina, en la confluencia de
la calle de San Pedro Mártir con la de la Cabeza, llama la atención un curioso conjunto
de cuatro murales cerámicos que, a modo de falsas balconadas, se eleva por la
fachada del edificio que allí hace esquina. ¿Has reparado en ellos?
Inaugurados el 25 de octubre de 1981, aniversario del
nacimiento de Pablo Ruiz Picasso, estos murales fueron un encargo del
Ayuntamiento de Madrid a la ceramista Lola Gil para, con ellos, dejar
constancia conmemorativa del primer centenario del nacimiento del artista
malagueño y de su estancia en nuestra
ciudad, pues fue en esta casa, concretamente en la vivienda del piso 2º
izquierda, donde Picasso vivió durante nueve meses, cuando con 16 años vino por
primera vez a Madrid a estudiar pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Los cuatro murales cerámicos nos muestran composiciones
imaginadas por la artista en las que, a través de falsos balcones, se muestran aparentes
escenas de vecindad con elementos claramente referenciados a diversas obras de
Picasso: En el 4º piso se representa al artista vestido como uno de sus
conocidos Pierrot. En el 3º, una mujer que nos recuerda a “Mujer en blanco” se
asoma a la baranda mientras al fondo de la estancia un búho, similar a los que
aparecen en platos y cerámicas creadas por Picasso, completa la estampa de la
supuesta habitación. En el 2º piso la referencia son los cuadros “El Retrato de
Gertrude Stein” y “Mujer con abanico”, completados con un par de cabezas de
fauno asomando entre los barrotes. Por último, en el piso 1º, iluminados por
una lámpara a lo “Guernica” y contemplados por unos personajes cubistas, un Pablo
Picasso viejo y un Pablo Picasso joven, juegan cartas con un vecino del
inmueble. ¿Le reconoces?
Pues sí, se trata del popular José Isbert, aquel entrañable actor
de los años 50 y 60 que, por poner sólo algunos memorables cinematográficos ejemplos,
fue alcalde de Villar del Río (Bienvenido Mister Marshall), matarife jubilado
(El verdugo), aspirante a inválido (El cochecito) o abuelo desesperado por la
pérdida del pequeño Chencho (La gran familia). En el mural del que hablamos aparece representado porque él también fue vecino de esta casa, -de hecho nació en ella-, y con este guiño se ha querido homenajear
de paso al actor. Lo de representarles jugando juntos a las cartas es un simple recurso escénico de la artista, pues no sólo no compartieron que se sepa mesa en su edad madura, si no que tampoco es previsible que lo hiciesen en en los años 1897 y 98, pues José era un niño de 11 años con gustos y costumbres seguramente infantiles como correspondía a su edad y Pablo, con 16, un joven que ya estaba incorporándose al mundo de los adultos.