
Esta estatuas son realmente parte de un gran proyecto con el que se pretendía ornamentar la cornisa y balaustradas del Palacio Real, y que se vio frustrado tras un cambio final de planes. Veamos seguidamente con un poco de detalle la historia de estas estatuas:

Las esculturas, labradas todas en piedra blanca y de similares dimensiones, muestran un valor artístico desigual, pues no sólo son fruto de diversos escultores, sino que debemos tener presente además que la mayoría se hicieron para ser contempladas a distancia y por tanto no siempre se han trabajado bien los detalles. Pese a todo, su valor iconográfico es alto. Curioso, por ejemplo es el significado de los escudos que aparecen junto a muchas de las figuras y que hacen referencia al cónyuge, indicando, si está a la izquierda y contiene el retrato de la esposa (hay también algún hormbre, pues hubo reinas), que esta fue madre de heredero de la corona. Si el heredero no era el hijo legítimo el escudo del rey queda sin labrar y en él no aparece el rostro de su esposa, y si el escudo se sitúa a la derecha y no pegado a su cuerpo, significa que ninguno de los cónyuges eran los padres del sucesor del trono. ¡Toda una simbología esculpida en piedra para la historia!
Como ya comenté, la idea inicial era que todas estas estatuas adornasen las balaustradas y coronases las cuatro fachadas del Palacio Real, pero la gran mayoría de ellas nunca llegó a ocupar dicho lugar. Cuenta una leyenda madrileña que fue Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, quién pidió a su esposo que no se pusiesen finalmente sobre la cornisa, pues una noche tuvo una pesadilla en la que soñó que se producía un terremoto en el Palacio Real y una de las enormes esculturas le caía encima y la mataba. La verdad parece que fue sin embargo menos onírica y apunta que fue Sabatini, el arquitecto encargado de la conclusión de las obras del Palacio, quien sugirió a Carlos III, el monarca reinante ya entonces y que sería en verdad el primer inquilino real del Palacio, que no se izasen sobre la cornisa, tanto por prudencia para no sobrecargar el peso del edificio (cada estatua pesa unas tres toneladas) como por sobriedad estética, ya que la ostentación barroca había pasado de moda y ahora se llevaba el más austero estilo neoclásico. ¡Eran demasiados reyes por encima de la cabeza del monarca!

Para el paseante curioso puede ser un aliciente motivador el redescubrir personalmente qué estatuas son las que permanecen en la ciudad. No hay aparentemente demasiada lógica en la distribución de las figuras, pero quizás tu descubras nexos. Por ejemplo, al primer y último rey godo los tenemos relativamente cerca uno de otro en la Plaza de Oriente. ¡Algo es algo!
El siguiente enlace puede ayudarte a localizar las estatuas: http://commons.wikimedia.org/wiki/Estatuas_del_Palacio_Real_de_Madrid