Alcorcón: Museo de Arte en Vidrio

En el Castillo Grande de Valderas, posiblemente el edificio más claramente identificable del municipio de Alcorcón, se ubica un interesante museo desconocido para muchos madrileños y que desde aquí animo a visitar. Me estoy refiriendo al Museo de Arte en Vidrio de Alcorcón o MAVA, como abreviadamente se le conoce.

Este museo municipal funciona desde 1997 y está centrado expositivamente en el arte contemporáneo en vidrio, lo que le diferencia de otros, como el segoviano de la Real Fábrica de La Granja de San Ildefonso, en los que el peso de las obras mostradas tiende a inclinarse más hacia aquellas creaciones anteriores al siglo XX.

El origen de la colección permanente del MOVA, compuesta actualmente por más de 160 piezas creadas por reconocidos artistas del vidrio nacionales e internacionales, se debe a la iniciativa e impulso del escultor abulense Javier Gómez, quién habiéndose iniciado allá por 1971 en el conocimiento de las técnicas industriales del manejo del vidrio pronto se pasaría al tratamiento artístico de este material, siendo uno de los primeros en hacerlo en España (el precursor fue Joaquín Torres Esteban), abriendo así camino en nuestro país a la nueva corriente artística que había empezado a gestarse en América a comienzos de los sesenta con el Studio Glass Movement. Consciente años después y ya consolidado como artista que la Comunidad de Madrid merecía tener, como ya ocurría en otros muchos lugares del mundo, un museo en el que mostrar lo que se estaba haciendo artísticamente en vidrio, convenció tanto al Ayuntamiento alcorconero como a artistas y coleccionistas privados para que se implicasen proactivamente en este proyecto museístico, consiguiendo por ejemplo, por destacar la que fue principal aportación, que la coleccionista japonesa Takako Sano, gran amiga del artista y persona de prestigio internacional en el arte del New Glass por ser durante años comisaria de importantes exposiciones, donase 57 piezas de su colección particular.

La verdad es que cuando en la visita uno observa con detenimiento las piezas y tiene la suerte de que alguien experto en la materia le vaya explicando las diversas formas en que están estas trabajadas, no puede dejar de admirar la labor realizada por los artistas con este frágil material. Descubres como en el trabajo del vidrio se distingue primeramente entre aquel que se hace en caliente y el que se realiza en frío. Hacerlo en caliente supone trabajar directamente con la materia ígnea, es decir cuando su estado de elasticidad permite la manipulación directa y rápida mediante el uso de cañas y otras herramientas. Hay distintos tratamientos: Vidrio soplado, colado, moldeado, centrifugado, prensado, fundido, pasta de vidrio, estirado, etc. Por su parte las técnicas del vidrio en frío, que implican por lo general un proceso bastante más lento, trabajan a partir de piezas ya enfriadas y presentadas en formas varias, como pueden ser láminas, objetos huecos, estirados, varillas, etc. Estas se trabajan luego cortando, pegando, puliendo, grabando, pintando, esmaltando, mateando con chorro de arena, tallando, ... Además, algunos autores agrupan y combinan diversas de estas técnicas en lo que sería un paso intermedio entre frío y caliente, aumentando así las posibilidades. ¡Sin duda un trabajo minucioso y delicado!

Señalar por último, pues resulta también interesante, que el MOVA organiza talleres en los que el visitante puede aprender de forma práctica a trabajar con vidrio, creando sencillas piezas de arte que puede incluso llevarse. Entérate de la posibilidad antes de ir y atrévete a probarlo. ¡Te gustará!

Antes de finalizar esta entrada del blog y puesto que si acudimos a ver este museo sentiremos curiosidad sin duda por el edificio en el que se alberga, referiré aquí el origen de este castillo:  Fue mandado construir a principios del siglo XX (se inauguró en 1917) por los marqueses de Valderas a raíz de que él, D. José Sanchiz de Quesada, que era capitán del regimiento de Artillería, fuese destinado a esta zona. Originalmente se construyeron tres edificios: la residencia principal (sede del museo), el Oratorio (situado detrás del primero) y el de caballerizas y residencia del servicio (hoy desaparecido). El curioso estilo arquitectónico elegido responde al capricho, frecuente entre nobles y ricos burgueses de finales del siglo XIX, de emular edificios antiguos.

Tras la muerte de los marqueses, el paso del tiempo y sucesivos herederos poco interesados en el mantenimiento integral de la hacienda (los amplios terrenos de la finca fueron vendiéndose y hoy conforman en gran parte el barrio de San José de Valderas) fueron degradando los edificios, llegando a alcanzar un estado casi ruinoso (como curiosidad sepamos que por aquel entonces, en 1973, sirvió de escenario para una película de esas de miedo titulada “La Saga de los Drácula”). Asumida finalmente por el Ayuntamiento de Alcorcón su protección, los edificios fueron rehabilitados y destinados a uso cultural. En el edificio principal se optó por la sustitución de los elementos estructurales interiores, a fin de dar amplitud de espacio, así como por conservar sólo tres de las fachadas originales del Castillo Grande (en la posterior, la que da al Oratorio o Castillo Pequeño, se abrió un amplio ventanal que da luminosidad natural a la escalera principal y a buena parte del interior del edificio. En el entorno de los castillos, un parque público salpicado con diversas modernas esculturas invita a visitantes y vecinos a un tranquilo paseo y a la contemplación, en uno de sus extremos, de ese proyecto inacabado del CREAA, conjunto de edificios pensados para albergar un auditorio, un circo estable, un conservatorio de danza y música, un área de restauración y no sé cuantas otras cosas, y que pasado el tiempo siguen ahí cerrados y sin uso, como pruebas palpables a juicio de muchos de esa inversión alocada y un punto especulativa sufrida los últimos años en nuestro país. Confiemos en que, ya que están algunos construidos, se terminen estos y se les de uso público.

MAVA. Museo de Arte en Vidrio de Alcorcón
Dirección: Avenida de los Castillos (Alcorcón)
Horario: Lunes a viernes de 10 a 14 h y de 17 a 20 h (cierran sábados tarde, domingos y festivos)
Metro: Joaquín Vilumbrales (Línea 10)
Entrada gratuita

El Parque de El Capricho

El parque histórico de El Capricho es sin duda uno de los más bellos de Madrid, estando más que justificada la recomendación a la que aquí me sumo de animaros a hacerle una visita. Es importante a este respecto saber que desde hace años sólo se abre al público los sábados, domingos y festivos, existiendo además una limitación, a 500 personas, en el número máximo de visitantes coincidentes en todo momento en el interior del recinto, por lo que para eludir molestas colas de entrada es mejor que evitéis en lo posible acceder en las horas tradicionalmente punta de visitantes. Recomiendo también, si tenéis la oportunidad, aprovechar alguna visita guiada como las que organiza el Ayuntamiento de Madrid en el marco de su Programa de Actividades Ambientales, ya que estas nos van a permitir disfrutar aún más del Parque al darnos a conocer la historia del lugar y el simbolismo estético contenido en el diseño ornamental de los jardines, muy acorde con los gustos románticos propios de finales del siglo XVIII.

La creación de esta villa de recreo se debe a los novenos Duques de Osuna, representantes de una de las más importantes casas nobiliarias y poseedores, en la época en que nos situamos, no sólo de numerosos títulos sino también de una gran fortuna. Más en concreto fue la duquesa, doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, la verdadera responsable de que el proyecto se llevase a cabo, considerando desde el primer momento a esta villa como su "Capricho" personal. La duquesa fue persona muy culta (formó parte, por ejemplo, de la Real Sociedad Económica Matritense, siendo una de las dos primeras mujeres en ingresar en dicha entidad) y arquetipo de lo que en el siglo XVIII se conoció como aristócrata ilustrada. Gustaba de rodearse de intelectuales y artistas con los que charlar y debatir, acogiendo frecuentemente bajo su especial protección a pintores y literatos, como fue el caso de Francisco de Goya, Leandro Fdez. de Moratín, Tomas de Iriarte o Don Ramón de la cruz.

Aunque los Duques de Osuna residían en la capital (su palacio estaba en la Cuesta de la Vega, en lo que hoy es fundamentalmente la explanada con restos visibles de la antigua muralla árabe) la moda aristocrática de disponer de un espacio amplio fuera de la ciudad para destinarlo al ocio, al descanso y a las reuniones sociales, les llevó a comprar en 1783 unas huertas y casas de labor que el Conde de Priego poseía en la llamada Villa de la Alameda, a unos 9 kms de Madrid. El sitio fue elegido por la duquesa porque allí se disponía de amplios terrenos, el agua era abundante y, además, se encontraba cerca del Castillo de Barajas, recinto con fuerte simbolismo sentimental para ella y su esposo (eran primos entre sí), pues en él falleció encarcelado en 1622 su famoso antecesor Pedro Téllez-Girón y Velasco, Virrey de Nápoles y al que se conoció históricamente como el Gran Duque de Osuna.

Dado que fue famosa la rivalidad por acaparar protagonismo existente en la época entre la reina Mª Luisa, la duquesa de Alba y la de Osuna, es de entender que puesto que las dos primeras poseían ya villas de recreo más o menos próximas a Madrid (Aranjuez y Piedrahita), la duquesa de Osuna tomase el proyecto de esta nueva residencia como algo importante y muy personal, implicándose activamente tanto en la supervisión de los diseños como en la contratando para la ejecución de los mismos de prestigiosos artistas, jardineros y escenógrafos.

El excelente resultado del trabajo llevado a cabo en El Capricho queda de manifiesto en un diseño de parque que integra tres tipos de jardines clásicos: En la parte baja, la que se corresponde con el espacio más antiguo de la finca, nos encontramos con un jardín de estilo italiano, en el que los setos se mezclan con espacios arbóreos de hoja caduca que posibilitan la entrada del sol en invierno mientras que en verano ofrecen una agradable y fresca cobertura al paseante. En esta zona es donde además encontraremos el invernadero y el laberinto vegetal (divertimento frecuente en los jardines de época y que aquí se encuentra reconstruido, al parecer fielmente respecto al original que debió conocer la duquesa, pues el primigenio quedó destruido durante la Guerra Civil). La parte central del recinto, la que une mediante una hermosa avenida la entrada principal al recinto con el Palacete, se corresponde con un jardín de estilo francés. En él se distinguen claramente elementos representativos de este estilo, como el parterre, las plazuelas, o las pequeñas praderas de césped acotadas por setos cuidadosamente recortados, indicativos de un estilo de jardinería que exalta el dominio del hombre sobre la naturaleza moldeándola a su capricho. Por último, ocupando la parte más extensa y digamos moderna del parque, encontramos un jardín paisajista de tipo inglés, en el que se busca evocar a la naturaleza en su estado más puro: Diversidad de árboles, arbustos y flores surgen en aparente aleatoriedad en un paisaje con montículos, senderos serpenteantes, estanques, etc. Dentro de este jardín y complementando los múltiples rincones que invitan al paseo relajante, encontramos también la zona destinada en su día a la más pura diversión cortesana: Columpios, embarcadero, canal fluvial, castillo de batallas, Casino de Baile, ... y hasta una pequeña granja. ¡No estaba mal!

Comparada con la grandiosidad de los jardines llama quizás la atención del visitante la relativa sencillez del Palacete, pues carece externamente de adornos ornamentales relevantes (parece ser que se usaron en su momento elementos tipo atrezo que complementaban la decoración habitual cuando se celebraban eventos). Respecto al interior poco puedo decir, pues no es visitable. Parece ser que ya nada hay en su interior que merezca especialmente la pena artísticamente hablando, pues los enseres que allí había fueron vendidos por algunos propietarios sucesores de los duques años después de que estos falleciesen, o han sido trasladados a otros lugares (allí estuvieron originalmente, por ejemplo, varias conocidas obras de Goya, como El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre o La pradera de San Isidro).

Durante la Guerra Civil, lo que había sido durante años un lugar de descanso y recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército Republicano, conociéndose militarmente como Posición Jaca. De aquella época se conserva actualmente en los jardines de El Capricho un entramado de búnkers que, según parece, se abrirán próximamente a las visitas. Si es así seguramente será curioso también de ver.

Jardines de El Capricho
Dirección: Paseo Alameda de Osuna, s/n
Horario: Sábados, domingos y festivos de 9 a 21 h.
Metro más próximo: Alameda de Osuna

Museo Arqueológico Nacional

El Museo Arqueológico Nacional (MAN), tras la profunda remodelación que lo ha mantenido cerrado estos últimos años, reabrió el pasado 1 de abril y, de momento al menos, está siendo muy visitado por madrileños y turistas, con lo que esperemos se haya logrado el propósito marcado de atraer más público del que tradicionalmente había tenido en el pasado.

Hay que reconocer que la remodelación ha quedado bien. El museo presenta ahora unos espacios más amplios y agradables para el visitante, con abundante y comprensible cartelería informativa que, complementada como está con numerosos audiovisuales y mapas, facilitan la puesta en contexto y hacen accesible, comprensible y atrayente la exposición para el público no especializado.

Un amplio hall de entrada, en el que también se ubica la cafetería y una tienda, recibe al visitante. Tras los tornos de acceso y siguiendo un recorrido secuencial que nos llevará por las diversas plantas del edificio, encontramos las salas museísticas: Prehistoria, Protohistoria, Hispania Romana, Mundo Medieval: Al Ándalus, … Un amplio recorrido por épocas y culturas que llega hasta la Edad Moderna. Entre los numerosos objetos expuestos, que incluyen pequeñas y grandes piezas, encontramos utensilios caseros, armas, joyas, monedas, e incluso elementos ornamentales como porticos de piedra, techumbres de madera policromada y suelos de mosaico. Entre todas ellas hay piezas sin duda de gran singularidad, como la Estela de Solana de Cabañas, las archifamosas Dama de Elche y Dama de Baza, el valioso Tesoro visigodo de Guarrazar o, por poner otro ejemplo, el preciosista Bote de Zamora, delicada pieza minuciosamente labrada en marfil y que fue un regalo del califa al-Hakam II a su favorita Subh.



Para finalizar esta entrada, un poco también de historia de este museo: Fue fundado en 1867 por Real Decreto de Isabel II y se inauguró oficialmente el 9 de julio de 1871 por el rey Amadeo I de Saboya. Tuvo provisionalmente una primera sede en el palacete del Casino de la Reina (junto a la calle Embajadores) que el Ayuntamiento de Madrid había regalado a Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII. En 1895 los fondos museísticos fueron trasladados definitivamente al nuevo Palacio de Bibliotecas y Museos, grandiosos edificio que va a compartir con la Biblioteca Nacional y que cuenta con dos monumentales fachadas neoclásicas, la correspondiente a la Biblioteca dando al Paseo del Prado y la del Museo Arqueológico dando a la calle Serrano.


Museo Arqueológico Nacional (MAN)
Dirección: c/Serrano, 13
Horario: Martes a sábado 9,30 a 20 h. Domingos 9,30 a 15 00 h.
Precio: 3 euros

Temporalmente, hasta el 20 de abril de 2014, la entrada es gratuita

Plaza del Campillo del Nuevo Mundo

Popularmente la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo es conocida por muchos madrileños asiduos del Rastro como "la plaza de los cromos", pues domingo tras domingo allí es donde se lleva a cabo la tradicional actividad de la compraventa e intercambio de esos cromos que al coleccionista, infantil o no, le faltan para completar su álbum. Seguramente nosotros mismos, bien de niños o bien en el papel de padres acompañantes, hemos participado de esta actividad: Sile, sile, sile ¡NOLE!, sile, ....

Para los que disfrutamos muchas mañanas de domingo con un paseo por el Rastro, la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo es sin duda uno de los sitios de referencia, ya que acoge, además del mencionado mercadeo de cromos, una buena representación de puestos especializados en libros, películas, revistas y tebeos, mercancías todas ellas de interés y que sumadas a las ofrecidas en otros tenderetes allí existentes orientados al ramo de la ferretería, la electricidad o la cocina, cubren en gran medida el espectro básico de las aficiones lúdico caseras de muchos visitantes asiduos u ocasionales.

Informándome sobre el origen del nombre de la plaza logro entender el significado del dibujo ilustrativo que acompaña a la placa de cerámica indicativa del lugar, pues según cuentan las crónicas, allá por el siglo XVI tiraron un enorme peñón que había en este sitio lo que permitió que a raiz de ello se abriese a la vista de los vecinos toda la campiña del Manzanares y los Carabancheles. Fue por lo visto tanta la sensación que causó el hecho que la gente empezó a decir que se veía “el mundo nuevo” y, desde entonces, con este nombre se quedó el lugar.

Revisando alguna de las viejas fotografías de Madrid, como la que acompaña a este texto, vemos que en la plaza hubo en su momento actividad industrial. Allí estuvo durante tiempo una fábrica de curtidos en la que se trataban especialmente las pieles de los animales que eran sacrificados en el cercano Matadero de Puerta de Toledo. Hoy no quedan ya restos de aquella fábrica y en el interior de la plaza lo único que llama quizás nuestra atención es el grupo escultórico alusivo a la protección a la infancia. Esta escultura, como muchas de las que adornan Madrid, tiene una historia viajera. Fue creada a finales del siglo XIX por el escultor alemán A. Knipp para la sede de la Sociedad de Seguros la Equitativa, instalándose en un nicho de la fachada de su emblemático edificio, en el chaflán entre las calles Alcalá y Sevilla. Allí permaneció hasta 1920 en que el edificio es adquirido por Banesto, entidad que tras acometer obras de ampliación, retirará el conjunto escultórico y lo donará al Ayuntamiento quien lo va a ubicar en esta plaza, aunque no de forma definitiva, pues en 1962 es retirada y trasladada al centro médico Fabiola de Mora y Aragón, en la Dehesa de la Villa. En 2003 se acomete la más reciente remodelación de la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo y se decide restituir el conjunto escultórico a donde hoy lo vemos.



 La razón de ser de esta escultura en la plaza guarda relación con el edificio más emblemático que en ella hay, pues lo que actualmente es el Centro de Publicaciones del Ministerio de Economía y Hacienda fue la Casa Central de la Institución Municipal de Puericultura y Maternología, institución de gran valor social ya que ofrecía servicios de atención materno infantil, entre los que se incluía de forma destacada el suministro de biberones con leche adecuadamente esterilizada y la impartición a las madres de clases sobre el cuidado y alimentación de sus hijos.