

El
Casino de la Reina se llamó así no buscando la significación que hoy nos
resulta más común de lugar de juego y apuestas,
sino que se utilizó el término italianizante que hace referencia a una casa de
campo, pues de eso se trataba, de una finca de recreo que el Ayuntamiento de
Madrid quiso regalar a la reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de
Fernando VII, por su esperado primer embarazo (la corona española estaba en ese
momento sin descendiente). Dicha finca, resultado de la adquisición y unión de
diversos huertos existentes allá por los comienzos del siglo XIX en el límite
sur de la ciudad, junto a la cerca de Felipe IV y próxima al Portillo de
Embajadores (ambos derribados luego en 1868 para permitir la expansión de Madrid),
fue oficialmente entregada a la reina el 25 de abril de 1818, pero lamentablemente esta poco
pudo disfrutarla, pues falleció el 26 de diciembre del mismo año a consecuencia del parto
de su segundo embarazo (del primero nació una niña que no sobrevivió más allá
de cuatro meses y este tampoco fructificaría, pues terminó en aborto, debiendo la casa real esperar para tener sucesión hasta que en el cuarto matrimonio del rey nació por fin la que sería la futura reina Isabel II).
Pero volvamos a centrarnos en el recinto que nos ocupa: El Casino de la Reina se encontraba conformado por un edificio principal,
diversas construcciones auxiliares y un amplio y completo jardín de estilo romántico. El
edificio principal, una casa-palacio de dos plantas aun existente y reconvertida ahora en Centro
Social Comunitario, fue construida por el Maestro Mayor (arquitecto municipal)
Antonio López Aguado. Edificio exteriormente carente de adornos, se accedía al mismo por una triple escalinata con barandillas de hierro fundido que aún perduran y que
estaba rematada por diez bustos de mármol blanco ya desaparecidos. En el
interior del edificio si podía apreciarse en cambio el lujo propio de un recinto real, con hermosos muebles, pinturas y esculturas. Destacaba especialmente una gran sala con zócalos de
mármol y con un fresco en el techo obra del afamado pintor de la época Vicente
López Portaña (autor, entre otras obras, del que es uno de los más conocidos retratos
de Francisco de Goya). Dicho fresco, denominado con el breve nombre de “Alegoría
de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de
Madrid” se encuentra actualmente en el Museo del Prado.

En la segunda mitad del siglo XIX la finca, que había entrado en claro declive de uso y mantenimiento, pasó por cesión de Isabel II a ser propiedad del Estado Español, buscándose a partir de entonces nuevos usos para la misma. Así, en el palacete y demás dependencias del
Casino de la Reina se inauguró en julio de 1871 el Museo de Arqueología, que
había sido creado pocos años antes. Dicha institución permaneció allí hasta
1895 en que, al quedarse pequeño por la incorporación de nuevos fondos museísticos,
fue trasladado al nuevo edificio del Paseo de Recoletos.
