El Casino de la Reina

En la Ronda de Toledo, a mitad del tramo de esta calle comprendido entre la Glorieta de Embajadores y la Ribera de Curtidores, se encuentra la puerta principal de acceso al recinto del Casino de la Reina, hoy un modesto parque urbano pero que a finales del siglo XIX contó con el glamour propio de los Reales Sitios.

Resulta curioso conocer que la verja de hierro forjado que vemos protegiendo el recinto a todo lo largo de la calle perteneció originalmente al vallado de los jardines del Buen Retiro y que, por ese a menudo poco comprensible gusto municipal dado a mover las cosas de sitio, la puerta original del Casino, que debería mantenerse aquí, se encuentra desde 1885 en el acceso principal a los Jardines del Retiro: Es la conocida como Puerta de la Independencia (la que está en la plaza del mismo nombre, justo en frente de la Puerta de Alcalá).

El Casino de la Reina se llamó así no buscando la significación que hoy nos resulta más común de lugar de juego y apuestas, sino que se utilizó el término italianizante que hace referencia a una casa de campo, pues de eso se trataba, de una finca de recreo que el Ayuntamiento de Madrid quiso regalar a la reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, por su esperado primer embarazo (la corona española estaba en ese momento sin descendiente). Dicha finca, resultado de la adquisición y unión de diversos huertos existentes allá por los comienzos del siglo XIX en el límite sur de la ciudad, junto a la cerca de Felipe IV y próxima al Portillo de Embajadores (ambos derribados luego en 1868 para permitir la expansión de Madrid), fue oficialmente entregada a la reina el 25 de abril de 1818, pero lamentablemente esta poco pudo disfrutarla, pues falleció el 26 de diciembre del mismo año a consecuencia del parto de su segundo embarazo (del primero nació una niña que no sobrevivió más allá de cuatro meses y este tampoco fructificaría, pues terminó en aborto, debiendo la casa real esperar para tener sucesión hasta que en el cuarto matrimonio del rey nació por fin la que sería la futura reina Isabel II).

Pero volvamos a centrarnos en el recinto que nos ocupa: El Casino de la Reina se encontraba conformado por un edificio principal, diversas construcciones auxiliares y un amplio y completo jardín de estilo romántico. El edificio principal, una casa-palacio de dos plantas aun existente y reconvertida ahora en Centro Social Comunitario, fue construida por el Maestro Mayor (arquitecto municipal) Antonio López Aguado. Edificio exteriormente carente de adornos, se accedía al mismo por una triple escalinata con barandillas de hierro fundido que aún perduran y que estaba rematada por diez bustos de mármol blanco ya desaparecidos. En el interior del edificio si podía apreciarse en cambio el lujo propio de un recinto real, con hermosos muebles, pinturas y esculturas. Destacaba especialmente una gran sala con zócalos de mármol y con un fresco en el techo obra del afamado pintor de la época Vicente López Portaña (autor, entre otras obras, del que es uno de los más conocidos retratos de Francisco de Goya). Dicho fresco, denominado con el breve nombre de “Alegoría de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de Madrid” se encuentra actualmente en el Museo del Prado.

La finca se completaba, como he dicho y puede apreciarse en el Plano Parcelario de Madrid de 1874 realizado por Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, con varias dependencias para el servicio y un extenso jardín que contaba con estanque de riegos, ría navegable con isleta y zona de amarre para falúas de recreo, un cenador, e incluso una de esas grutas artificiales que por entonces tanto gustaba tener en los jardines nobles.

En la segunda mitad del siglo XIX la finca, que había entrado en claro declive de uso y mantenimiento, pasó por cesión de Isabel II a ser propiedad del Estado Español, buscándose a partir de entonces nuevos usos para la misma. Así, en el palacete y demás dependencias del Casino de la Reina se inauguró en julio de 1871 el Museo de Arqueología, que había sido creado pocos años antes. Dicha institución permaneció allí hasta 1895 en que, al quedarse pequeño por la incorporación de nuevos fondos museísticos, fue trasladado al nuevo edificio del Paseo de Recoletos.

Con el paso de los años el recinto siguió incorporando nuevos y diversos usos, construyéndose incluso varias edificaciones en los extremos del mismo. En 1877, una Real Orden aprueba la construcción, en la parte del Casino que da a la calle de Embajadores, de un edificio destinado a alojar la Escuela de Veterinaria. Las obras finalizaron en 1881 y el resultado fue el edificio neomudéjar que hoy vemos frente por frente al de Tabacalera y que tras trasladarse años después la Escuela al Campus de la Ciudad Universitaria (hecho que aconteció en 1958) fue ocupado poco después por el I.E.S. Cervantes. Al lado contrario del recinto, en el extremo oeste y junto a la calle Ribera de Curtidores, otro nuevo edificio fue levantado para ser ocupado por el Grupo Escolar Luis Vives (actualmente C.E.I.P. Santa María). Por último, en los primeros años del siglo XXI el ayuntamiento de Madrid restauró los jardines para uso público y así es como actualmente podemos visitarlos.