Hoy quiero desde aquí animaros a visitar Quijorna, no tanto
para descubrir aspectos relevantes en su casco urbano, pues realmente no tiene
atractivos especialmente destacables más allá de su reconstruida iglesia (de la
originaria del s. XVI sólo quedó en pie el ábside y los cuerpos inferiores de
la torre) y el populoso restaurante El Águila, con
su afamado cocido de los miércoles al increíble precio fijo de 7 €, sino porque en
su entorno podemos descubrir un interesante espacio natural en el que persisten además varios
elementos históricos de interés.
Empezaré por señalar, pues será el camino que seguiremos en
su dirección hacia Valdemorillo, que por Quijorna pasa la Cañada Real Segoviana,
antigua vía pecuaria de alrededor de 500 km de longitud que desde La Rioja a
tierras de Badajoz atravesaba el centro de la Península Ibérica entrando en la
Comunidad de Madrid por el Puerto de Somosierra y saliendo por Navalcarnero.
Testimonio del trazado de esta cañada es, además del cartel actual indicativo de
Vía Pecuaria, la presencia en el recorrido de algunos antiguos mojones de piedra
instalados en la segunda mitad del siglo XVIII que marcaban el camino de trashumancia.
Siguiendo nosotros la pista de tierra de esta vieja cañada encontraremos, además
de algún mojón de los antes señalados, otro mojón curioso que destaca por su
tamaño y por las marcas que tiene grabadas en su piedra. Se trata de una
señalización de 1793 indicativa de que aquellas tierras formaban parte de un Coto
Real para la caza menor, que estuvo adscrito al señorío del Castillo de Villaviciosa de Odón.
La flora visible en nuestro recorrido es variada, abundando
especialmente las encinas, quejigos, matorrales y pastizales. Entre la fauna destacan
los conejos, cuyas madrigueras se observan en las lindes del camino, y sobre
todo las aves (la dehesa municipal es zona ZEPA, es decir, Zona de Especial
Protección de Aves). Podremos descubrir por ejemplo perdices, águilas,
cernícalos, etc.
Avanzando en nuestro recorrido descubriremos poco después, a
unos 3,5 kms del pueblo, en el denominado lugar de Vetago, un área con
abundantes antiguas caleras. Las caleras, u hornos de cal, son construcciones
en las que se cocía a temperatura de más de 1000 grados la piedra caliza extraída
de las canteras cercanas para obtener el óxido de calcio, es decir la cal. De
estas caleras se sabe que se surtió material ya en 1566 para las obras del Monasterio
del Escorial y que también aportaron su cal, por ejemplo, para la construcción
en el s. XVIII del Puente de Toledo en Madrid. La abundancia de caleras que
hubo en Quijorna explica incluso según dicen el nombre del municipio, pues “jorna”
se asocia a la palabra “horno” y “qui” derivaría de “quinientos”, indicativo de
que había muchos (hay estudiosos del tema que asocian el “qui” más con una de
las especies arbóreas predominantes en la zona como es el quejigo).
Las caleras de la zona se corresponden a la clasificación de
horno de cuba con bóveda efímera, estando construidas con mampostería de rocas
del entorno trabadas con cal y recubiertas en su interior, de unos tres metros
de diámetro, con arcilla refractaria. La parte inferior del horno se encuentra
excavada en el suelo para evitar al máximo las pérdidas de calor. Como
combustible se utilizaba la leña del entorno, principalmente jaras y retamas,
lo que llegó a despoblar de estas variedades una gran extensión de tierra.
Actualmente, de las en torno a 12 caleras que hubo en Vetago pueden verse restos
de bastantes de ellas, así como de las canteras anejas de donde se sacaba la
piedra y de la zona de escombrera donde se arrojaban los restos quemados
(terreno negruzco). De entre todos los hornos hay uno que se mantiene en
bastante buen estado y al que podemos acercarnos tomando una pequeña desviación
del camino tal como se indica en la descripción de la ruta. Este horno, visible
en la distancia por su forma de botella puesta en pie, mantiene su techumbre de
ladrillo abovedada con un gran hueco para la salida de humos. Aparte de su boca
de acceso, por donde se cargaba el combustible, hay varios respiraderos para el
control de la combustión.
A mediados del siglo XVIII se inicia el declive productivo
de la cal en la zona y hacia finales del XIX las caleras de Vetago prácticamente
están ya todas abandonadas. ¡ Ojalá no se dejen perder los restos aún existentes
!
Tras la visita a las canteras, continuamos por la pista en
dirección noreste hacia el Cerro del Castillejo, desviándonos a la derecha para
contemplar los restos de otro horno de cal y, en lo alto, un bunker de la
Guerra Civil con amplia visibilidad sobre el área de caleras que antes habíamos
visitado. En sus alrededores se pueden observar los restos de las trincheras excavadas
en zigzag, para evitar en la medida de lo posible los ataques aéreos y que
facilitaba el acceso a los fortines existentes en la zona. Como ya señalé, en terrenos
de esta localidad tuvo lugar parte del enfrentamiento de la llamada Batalla de Brunete, desarrollada desde el 6 hasta el 25 de julio de 1937 durante la Guerra
Civil Española, ofensiva lanzada por el ejército de la República con el objetivo
de disminuir la presión ejercida por las fuerzas sublevadas sobre Madrid y al
mismo tiempo de aliviar la situación en el Frente Norte Peninsular.
En nuestro recorrido por esta zona descubriremos otros
restos de aquella contienda, como las ruinas del que fue un puesto de mando con
un bien conservado refugio antiaéreo y más adelante, en un corto desvío a la
derecha, la sorprendente cueva construida por los soldados republicanos a pico
y pala para ser utilizada como cuartel y refugio antiaéreo. Te recomiendo que
no olvides llevarte en este paseo una linterna si quieres admirar el trabajo
que debió suponer crear esta cueva. Sorprende la gran cantidad de galerías que
salen a derecha e izquierda de la principal. Toda una maravilla, por suerte en
perfecto estado de conservación, que sirve ahora como morada de algunos pequeños
murciélagos.
Retomamos nuestro camino que empieza a ascender hacia la cima de El Madroñal, con magníficas vistas de la
planicie y de la sierra. Arriba, dejando a nuestra derecha una chimenea sifón
de la conducción del embalse de Picadas a Majadahonda, tomaremos el camino de
regreso al pueblo por la parte alta del monte. Pasaremos por el llamado Alto de
los Llanos, en cuya cima se encuentran las ruinas de lo que fuera el Cuartel de
Mando del ejército republicano. Un poco más adelante, encontramos el vértice geodésico de
este cerro marcándonos que estamos a 746 metros de altitud. Siguiendo nuestro
camino descubriremos, amenazando desde la altura al pueblo de Quijorna, los
restos de un nido de ametralladora. Desde esta cima ya sólo nos resta descender
y adentrarnos en el pueblo para dar por finalizada nuestra ruta de hoy. Si te animas a realizarla seguro que la disfrutarás.
Puedes encontrar la descripción del itinerario propuesto pulsando aquí.
Puedes encontrar la descripción del itinerario propuesto pulsando aquí.