Cuando
paseo por Madrid Río, especialmente al recorrer el tramo comprendido entre los aledaños
del Estadio Vicente Calderón y el Puente de Segovia, disfruto contemplando el nutrido grupo de gaviotas que allí con frecuencia se concentra y que a menudo, por eso de la asociación mental, me traslada ilusoriamente a ambientes marineros.
Aunque sin duda el hábitat natural de las gaviotas sigue estando junto a las zonas costeras, hace
tiempo que dejó de extrañar la presencia de dichas aves en zonas de interior como Madrid. En un principio se avistaban sólo en las épocas invernales, cuando
en su migrar hacia zonas cálidas ocupaban temporalmente los humedales que
encontraban en su recorrido. Así, por ejemplo, según uno de los primeros
registros ornitológicos existente sobre la presencia de estas aves en Madrid,
se indica que durante los inviernos de 1954 y 1955 llegaron ya a contabilizarse
en el lago de la Casa de Campo entre uno y dos millares de gaviotas de las del
tipo reidora. Hoy en día la presencia de gaviotas en la Comunidad
de Madrid no sólo ha aumentado significativamente sino que muchas de ellas, como ha ocurrido con las cigüeñas y otras aves antaño estacionales, se ha hecho en gran medida permanente gracias, entre otras causas, a la facilidad alimenticia que los
grandes vertederos urbanos les proporcionan.
Instaladas
masivamente para su descanso nocturno en las lagunas de la gravera de El
Porcal (Rivas-Vaciamadrid) y en los embalses de Santillana, el Pardo y Valmayor,
las gaviotas madrileñas se dirigen cada mañana a comer a los vertederos de Valdemingómez,
Colmenar Viejo, Pinto, Alcalá de Henares y Mejorada del Campo. Allí, entre las
montañas de residuos, encuentran su apreciado sustento, consistente tanto en la
ingesta de residuos orgánicos frescos como de pequeños materiales sólidos que les ayudan a triturar la comida.
Resulta curioso saber, gracias a la información obtenida por estudios ornitológicos en los que se han analizado los movimientos de ejemplares anillados, que las gaviotas pueden cambiar de dormidero de un día para otro y alimentarse
en varios vertederos diferentes en un mismo día, por lo que las rutas de vuelo que
podemos observar no están conformadas necesariamente todos los días por los
mismos individuos.
Durante sus desplazamientos diarios en el recorrido “dormidero-comedero-dormidero” las gaviotas siguen por lo general el curso de los ríos, sirviéndose de estos para su descanso temporal. Es en esos momentos, en nuestro caso cuando se posan sobre las aguas del Manzanares a su paso por la ciudad, cuando podemos observarlas con mayor detenimiento.
En Madrid los tipos de gaviota que más abundan son los de "reidora" y "sombría".
Las gaviotas reidoras, esas que en su día hicieron por su
nombre tanta gracia a la ya exalcaldesa
Ana Botella, reciben dicha denominación por
el estridente sonido que emiten, parecido en cierto modo a la risa nerviosa de
algunos humanos. Son de menor tamaño que sus colegas las gaviotas sombrías y, junto
a dicho rasgo, podemos identificarlas también por algunas otras características de su
aspecto físico: Según la época del año, la gaviota reidora tiene la cabeza de
distinta coloración. En verano es de un color marrón oscuro que se va aclarando
en invierno hasta llegar en primavera, coincidiendo con la época de cría, a ser
completamente blanca, conservando sólo una pequeña mancha oscura detrás del
ojo. Los ejemplares jóvenes tienen un plumaje de color gris y marrón, con la
cola de color blanco con una banda negra en la punta. Las patas de estos
ejemplares jóvenes son rosáceas, volviéndose de color rojo en los adultos. El
pico de estas aves es de color rojo con la punta negra.
Por su parte, las gaviotas sombrías son, como ya dije, de mayor tamaño que
las reidoras. Los adultos son completamente blancos en las zonas ventrales y de
un intenso color gris o negruzco en las dorsales, en tanto que las patas y el
pico son de color amarillo, mostrando además este último una mancha roja cerca
de la punta (las aves jóvenes tienen el pico de color negro).