Desde muy antiguo, existió en el lugar al que hoy nos referimos una ermita a la que se llamó de Atocha, por encontrarse por lo visto en sus alrededores abundancia de unas plantas parecidas al esparto llamadas "atochas" (hay quienes defienden también que el nombre proviene en realidad de la palabra Antioquia, derivada en antiocha por corrupción del lenguaje y de ella en atocha, al considerar que es de ese lugar de donde se cree procede la imagen). Sobre esta primitiva ermita, muy deteriorada por el paso del tiempo, se construyó en el siglo XVI una gran iglesia y un convento de dominicos. Su impulsor fue fray Juan Hurtado de Mendoza, confesor del rey Carlos V. La realeza española sintió desde entonces especial predilección devota por la Virgen de Atocha, sirviendo como ejemplo de ello que Felipe II, cuando iba a combatir y cuando regresaba victorioso de una batalla, visitaba siempre el santuario para rogar ayuda divina y dar gracias. El reconocimiento Real llegó con Felipe IV, quien proclamó en 1643 a la Virgen protectora de la Familia Real y de la Monarquía española (recordemos como curiosidad que se mantiene aún una tradición en la Familia Real española de que las reinas y Princesas de Asturias acudan a la Basílica de Atocha a presentar ante su Virgen a los nuevos príncipes que nazcan, siguiendo un rito iniciado por la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena con su hijo, el futuro Alfonso XIII. Así el Príncipe Felipe y Letizia Ortiz llevaron a sus hijas las Infantas Leonor y Sofía, al igual que anteriormente hicieron el rey Juan Carlos I y Sofía de Grecia con sus hijos Felipe, Elena y Cristina).
En 1808, con motivo de la invasión napoleónica, el complejo religioso va a sufrir un grave deterioro. Las tropas francesas expulsan a los religiosos y convierten el lugar en cuartel, produciéndose el robo y destrucción de innumerables obras de arte existentes. Finalizada la invasión, los dominicos vuelven al convento, pero el recinto, bastante deteriorado, ya no recuperará el esplendor de antaño pese a ser ascendida a Basílica en 1863 (fue la primera de las cinco que actualmente hay en la ciudad de Madrid).
En 1888, la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, al ver el estado en que se encontraban los edificios, mandó el derribo de los mismos y ordenó la construcción de otro complejo en donde se incluiría, adosado al templo, un Panteón de Hombres Ilustres. El concurso público lo ganó el arquitecto Fernando Arbós y Tremanti, proyectando una basílica en estilo neobizantino, con un campanile exento y un panteón inspirado en el Camposanto de Pisa. Las obras empezaron en 1891, pero los altos costes del proyecto, junto con la necesidad de llevar a cabo paralelamente otra gran obra, que era la Cripta de la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena, hizo que en 1899 finalizaran los trabajos, habiéndose construido hasta entonces sólo el claustro-panteón y la torre-campanario. La congregación de dominicos prosiguió por su cuenta las obras de la nueva iglesia, aunque sin seguir ya el proyecto arquitectónico inicial. No obstante, la que actualmente vemos data de 1951, pues el 20 de julio de 1936, durante la Guerra Civil, convento e iglesia fueron incendiados, perdiéndose todas las obras de arte excepto la imagen de la Virgen de Atocha que se había ocultado previamente en un domicilio particular.
Entendido ya el origen del por qué el claustro-panteón que nos ocupa e interesa no guarda relación arquitectónica con la iglesia aneja, volvamos a centrarnos en el Panteón, aunque haciendo nuevamente un pequeño paréntesis histórico para conocer el por qué aquí de un recinto funerario para nuestros “hombres ilustres”: parece ser que en 1837 las Cortes Generales votaron un proyecto para convertir la iglesia de San Francisco el Grande en Panteón Nacional de Hombres Ilustres, que acogería los restos mortales de los personajes considerados de especial relevancia en la historia de España, los cuales deberían ser elegidos por las Cortes pasados cincuenta años de su fallecimiento. Se propusieron muchos nombres, descartándose con el tiempo los de aquellos cuyos restos no pudieron ser hallados (fue el caso de los de Cervantes, Lope de Vega, Luis Vives, Antonio Pérez, Juan de Herrera, Velázquez, Claudio Coello, Tirso de Molina y otros). Finalmente este primer panteón se inauguró con boato el 20 de junio de 1869, acogiendo los restos de los poetas Juan de Mena, Garcilaso de la Vega y Alonso de Ercilla; los militares Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán) y Federico Gravina; el humanista Ambrosio de Morales; el Justicia Mayor de Aragón Juan de Lanuza; los escritores Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca; el político Zenón de Somodevilla y Bengoechea (Marqués de la Ensenada) y los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Los restos fueron depositados en una capilla y años después devueltos a sus lugares de origen, con lo que se cerró por un tiempo la idea de crear un panteón nacional.
La reina regente María Cristina, viuda del rey Alfonso XII, la retoma en 1890 y decide destinar a tal propósito parte del recinto de la futura Basílica de Atocha tal como ya hemos explicado (la elección venia abalada además por la circunstancia de que en el lugar estaban enterrados algunos ilustres personajes, como José de Palafox, Francisco Castaños, Manuel Gutiérrez de la Concha o Juan Prim, pues fueron directores del cuartel de Inválidos que se habilitó en parte de este recinto tras la salida de España de las tropas francesas). Finalizado el panteón se trasladaron a él en 1901 los restos de los anteriormente mencionados pero al igual que ocurriría con los de los políticos allí enterrados en años posteriores, todos fueron nuevamente trasladados a otros lugares, reclamados por sus ciudades de origen. Sólo permanece enterrado Canalejas.
Los monumentos funerarios que podemos contemplar actualmente en el Panteón de Hombres Ilustres, y que fueron esculpidos por artistas de la talla de Mariano Benlliure, Pedro Estany o Agustí Querol, son los siguientes:
- José Canalejas
- Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero
- Práxedes Mateo Sagasta
- Eduardo Dato
- Antonio de los Ríos Rosas
- Antonio Cánovas del Castillo
- Mausoleo Conjunto
Panteón de Hombres Ilustre
Dirección: c/ Julián Gayarre, 3
Horario: 10 a 14 y 16 a 18:30 martes a sábado.
Domingos de 10 a 15 h.
Precio: entrada gratuita
Metro más próximo: Atocha Renfe (salida Alfonso XII)