Este palacio se encuentra en el número 44 de la calle de San Bernardo, calle históricamente relevantes de Madrid por haber sido una de las principales salidas
de la ciudad hacia el norte (esta calle, que durante mucho tiempo se denominó
calle Ancha de San Bernardo, tuvo su origen en el antiguo camino al pueblo
de Alcobendas que partía del portillo de Santo Domingo y que con el crecimiento de la ciudad se iría consolidando como calle, llegando en tiempos de Felipe IV, en que se construiría en nuevo muro perimetral de Madrid, hasta el nuevo portillo de Fuencarral, situado en las
proximidades de lo que hoy es la Glorieta de San Bernardo). La relevancia de la
calle atrajo a lo largo de los años la construcción en su entorno de significativos edificios civiles y religiosos, así como de viviendas y locales
de negocio propiedad de la nobleza y de la alta burguesía.
La poderosa familia Bauer se estableció en España con la llegada de Ignacio
Bauer, un judío húngaro que era agente en nuestro país de los Rothchild, el apellido
más conocido de la banca internacional. Él se encargó de canalizar y gestionar,
entre otras actividades empresariales, las Minas de Riotinto y las de
Peñarroya, la refinería de petróleo Deutschet et Ciapasaron y el Ferrocarril Madrid-Zaragoza-Alicante (MAZ). A su muerte, en 1895, las
labores de agente de banca en Madrid para los Rotschild pasan a su descendencia,
pero estos perderán paulatinamente peso como representantes financieros,
aunque seguirán por algún tiempo manteniendo una relevante posición social en
los influyentes ambientes de la alta burguesía, para la que organizan numerosas fiestas y
eventos musicales en sus residencias madrileñas, tanto en el palacio de la
calle San Bernardo, como en el palacete de La Granja o en el del Parque del Capricho, adquirido junto a dichos jardines en el
año 1900 y que mantuvieron bajo su propiedad hasta finalizar la Guerra Civil. En 1929, con el famoso crack, la fortuna de los
Bauer se tambaleará seriamente y en 1932, con la proclamación de la 2ª
República, se disolverá la Sociedad de los Bauer. El rastro en Madrid de lo que
fue esta importante familia se desvanecerá tras la Guerra Civil y actualmente
en la ciudad solo nos queda, por así decirlo, el palacio que hoy nos ocupa y el
panteón familiar de los Bauer en el Cementerio de Los Ingleses.
Pero centrémonos ya en el palacio de San Bernardo: El edificio constituye
externamente un típico ejemplo de palacio decimonónico, con fachadas bien
compuestas, a la principal y a la calle del Pez, en las que destacan zócalos
de cantería y balcones con antepechos de forja. Inicialmente, antes de su
adquisición en el siglo XVIII por el banquero Ignacio Bauer, el edificio fue un
caserón de pisos. La reforma trascendental para darle estructura palaciega se
acometerá hacia 1870 cuando tras el fallecimiento del banquero, su hijo Gustavo
Bauer encargará la transformación a Arturo Mélida, relevante
arquitecto, escultor y pintor madrileño, autor, por ejemplo, de las pinturas de
la fachada de la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor. Este,). Se construirá
una escalera más solemne, se establecerá la independencia estructural
entre las zonas privadas para la familia y las profesionales para el desempeño
de la actividad profesional de la Banca Bauer, y se crearán y decorarán
lujosamente salones y nuevos espacios. Destacan, en la planta noble, la
carpintería y la decoración de los techos de los salones de la crujía del
jardín, pero en especial el salón de baile, decorado ricamente con mármoles,
bronces, hornacinas de cerámica vidriada y pinturas murales.
En 1940 el edificio fue adquirido por el Estado con objeto de transformarlo
en la sede del real Conservatorio de Música y Declamación. Entre 1940 y 1943 se
realizaron importantes obras de reforma para adecuar las estancias, se sustituyó
la gran sala de bailes por un salón de actos y se suprimió la escalera central.
En 1952 también fue instalada en el palacio la Escuela de Arte Dramático y
Danza, pero en 1966 ambas instituciones volvieron a sus
antiguas dependencias del Teatro Real, al reabrir éste sus puertas tras un
largo periodo de inactividad por reformas. El palacio quedó entonces sin
destino alguno y empezó a mostrar crecientes síntomas de deterioro. Finalmente,
en 1972 fue declarado Monumento Nacional y al año siguiente el arquitecto
Manuel González Valcárcel se encargó de reformarlo con el fin de devolverle su
aspecto original y sus decoraciones interiores. Desde entonces el palacio acoge
las dependencias de la Escuela Superior de Canto y de la Sociedad de Amigos de
la Música.