No sólo la flora imprime a los campos de la Comunidad de Madrid
matices que invitan a visitarlos en diversas épocas del año, también los ríos,
con sus importantes variaciones de caudal, introducen en el paisaje por el que discurren variables
que animan al paseo por las veredas de sus márgenes en diferentes épocas. En
estos días, tras las copiosas lluvias generalizadas y la acumulación de nieves en
las cumbres, los ríos serranos de nuestra Comunidad bajan especialmente caudalosos, aportando con su discurrir bravío ese plus de belleza visual y sonora que acompaña la presencia de rápidos y pequeños y grandes saltos de agua.
Cerca de la población de San Agustín de Guadalix el río Guadalix nos ofrece una de esas cascadas que estos días merece la pena visitarse por su espectacularidad. Hablo de la cascada del Hervidero, accesible en un paseo senderista relativamente sencillo, aunque eso sí, sin olvidar la lógica prudencia y cumpliendo las recomendaciones básicas asociadas a todo paseo senderista por el campo.
Cerca de la población de San Agustín de Guadalix el río Guadalix nos ofrece una de esas cascadas que estos días merece la pena visitarse por su espectacularidad. Hablo de la cascada del Hervidero, accesible en un paseo senderista relativamente sencillo, aunque eso sí, sin olvidar la lógica prudencia y cumpliendo las recomendaciones básicas asociadas a todo paseo senderista por el campo.
El río Guadalix nace en la sierra de la Morcuera y desemboca
en el río Jarama a la altura del término de San Sebastián de los Reyes. Es pues
un río que en sus 33 kilómetros de longitud discurre íntegramente por la
Comunidad de Madrid, siendo sus aguas retenidas en su recorrido dos veces, primeramente
en el embalse de Miraflores y luego en el de Pedrezuela (también llamado de El
Vellón). Desde este último parte del agua embalsada es trasvasada a través del llamado
canal de El Vellón hacia el canal de El Atazar para el suministro de la ciudad
de Madrid. Además del mencionado canal de El Vellón, el río Guadalix cuenta por
su otra margen con otro canal, llamado canal del Guadalix o canal del Mesto, que enlaza las aguas
del río con el denominado Canal Bajo que también aporta agua a Madrid.
El trazado de este canal del Mesto pasa próximo a la zona de la cascada del Hervidero y si deseas ampliar el paseo campero hoy propuesto es una opción muy recomendable, pues te permite descubrir no sólo algunas de las construcciones de esta obra de ingeniería hidráulica sino también disfrutar del paisaje del cañón del Guadalix. Y para animarte a emprender el paseo veamos seguidamente un poco de la historia asociada a la construcción de este canal, historia íntimamente ligada a la de los comienzos del Canal de Isabel II y los esfuerzos por abastecer de agua a la capital.
El trazado de este canal del Mesto pasa próximo a la zona de la cascada del Hervidero y si deseas ampliar el paseo campero hoy propuesto es una opción muy recomendable, pues te permite descubrir no sólo algunas de las construcciones de esta obra de ingeniería hidráulica sino también disfrutar del paisaje del cañón del Guadalix. Y para animarte a emprender el paseo veamos seguidamente un poco de la historia asociada a la construcción de este canal, historia íntimamente ligada a la de los comienzos del Canal de Isabel II y los esfuerzos por abastecer de agua a la capital.
Hasta el siglo XIX Madrid sobrevivió a sus necesidades de abastecimiento de agua explotando los numerosos acuíferos
subterráneos existentes en sus alrrededores y extendiendo desde ellos a la ciudad toda una red de “viajes de agua”. Estas construcciones, implantadas originalmente por los primeros pobladores árabes, consistían en esencia en la creación de una hilera de pozos unida
por una galería subterránea que llegaba hasta la ciudad como si de ríos bajo tierra se tratase, finalizando su recorrido generalmente en caños de fuentes públicas para abastecimiento de vecinos y aguadores, aunque también existían ya algunos caños de uso privado con salida en palacios, hospitales,
conventos, albercas para campos de cultivo, etc.
Pero entrado el siglo XIX, con una población en rápido crecimiento y con hábitos sociales que demandan un mayor suministro de agua y que esta llegue hasta las viviendas, va urgiendo la necesidad de buscar nuevas soluciones que pasarán necesariamente por tratar de canalizar hacia la ciudad el agua de alguno de los "grandes" ríos medianamente próximos, pues el Manzanares nunca fue la solución por su bajísimo caudal. Diversos proyectos asociados fundamentalmente con los cauces de los ríos Jarama, Guadalix y Lozoya son sometidos a análisis de viabilidad técnica y presupuestaria, aprobándose finalmente el 18 de junio de 1851, siendo reina de España Isabel II, la creación de un canal desde el Lozoya. Dicho canal, en honor a la soberana, promotora en buena medida de la aprobación final del proyecto, llevaría el nombre de Canal de Isabel II. Ese mismo año se inician las obras, que incluyen como parte del proyecto la construcción del Pontón de la Oliva (1851 – 1857) para embalsar las aguas del río Lozoya y hacer desde allí el trasvase. En 1858 se culminas las obras y tras la solemne inauguración del 24 de junio el agua del Lozoya llega a la capital (para la ocasión se construyó una fuente provisional en el solar del cuartel de Monteleón, en la calle Ancha de San Bernardo, a la altura de la iglesia de Montserrat, del que brotaba un gran chorro vertical que en la época se definió como "un río puesto en pie"). Como curiosidad decir que el pilón de esta fuente pasó dos años después a la Puerta del Sol, luego a la Glorieta de Cuatro Caminos y actualmente es el que puede verse a la entrada de la Casa de Campo por el puente del Rey, frente al Palacete de los Vargas.
La alegría de aquella traída de agua va a verse pronto matizada, pues el proyecto se constata ese mismo año que “hace aguas”. Las filtraciones que se presentaban en el terreno donde se había construido el embalse del Pontón de la Oliva son de tal magnitud que, en las épocas de estiaje del río, el nivel del agua en esta presa descendía por debajo de la cota del canal de salida, haciendo imposible el aprovechamiento de las aguas del embalse. Como solución de emergencia, en el año 1859 se construyó en pocos meses, entre febrero y julio, un pequeño canal de sección rectangular de 0,42 por 0,55 metros que desembocaba en el Canal Bajo. Este canal tomaba el agua del río Guadalix, en concreto de un pequeño azud de 4 m. de altura y 26 m de longitud (el término azud es de origen árabe y hace referencia a una barrera, una presa de pequeño tamaño). Años después, con la construcción en el Lozoya de la pequeña presa de Navarejos (1860) y sobre todo de la Presa del Villar (1873 – 1882) el problema del Pontón de la Oliva quedó subsanado y el canal del Guadalix primigenio quedó sin uso.
Pero entrado el siglo XIX, con una población en rápido crecimiento y con hábitos sociales que demandan un mayor suministro de agua y que esta llegue hasta las viviendas, va urgiendo la necesidad de buscar nuevas soluciones que pasarán necesariamente por tratar de canalizar hacia la ciudad el agua de alguno de los "grandes" ríos medianamente próximos, pues el Manzanares nunca fue la solución por su bajísimo caudal. Diversos proyectos asociados fundamentalmente con los cauces de los ríos Jarama, Guadalix y Lozoya son sometidos a análisis de viabilidad técnica y presupuestaria, aprobándose finalmente el 18 de junio de 1851, siendo reina de España Isabel II, la creación de un canal desde el Lozoya. Dicho canal, en honor a la soberana, promotora en buena medida de la aprobación final del proyecto, llevaría el nombre de Canal de Isabel II. Ese mismo año se inician las obras, que incluyen como parte del proyecto la construcción del Pontón de la Oliva (1851 – 1857) para embalsar las aguas del río Lozoya y hacer desde allí el trasvase. En 1858 se culminas las obras y tras la solemne inauguración del 24 de junio el agua del Lozoya llega a la capital (para la ocasión se construyó una fuente provisional en el solar del cuartel de Monteleón, en la calle Ancha de San Bernardo, a la altura de la iglesia de Montserrat, del que brotaba un gran chorro vertical que en la época se definió como "un río puesto en pie"). Como curiosidad decir que el pilón de esta fuente pasó dos años después a la Puerta del Sol, luego a la Glorieta de Cuatro Caminos y actualmente es el que puede verse a la entrada de la Casa de Campo por el puente del Rey, frente al Palacete de los Vargas.
La alegría de aquella traída de agua va a verse pronto matizada, pues el proyecto se constata ese mismo año que “hace aguas”. Las filtraciones que se presentaban en el terreno donde se había construido el embalse del Pontón de la Oliva son de tal magnitud que, en las épocas de estiaje del río, el nivel del agua en esta presa descendía por debajo de la cota del canal de salida, haciendo imposible el aprovechamiento de las aguas del embalse. Como solución de emergencia, en el año 1859 se construyó en pocos meses, entre febrero y julio, un pequeño canal de sección rectangular de 0,42 por 0,55 metros que desembocaba en el Canal Bajo. Este canal tomaba el agua del río Guadalix, en concreto de un pequeño azud de 4 m. de altura y 26 m de longitud (el término azud es de origen árabe y hace referencia a una barrera, una presa de pequeño tamaño). Años después, con la construcción en el Lozoya de la pequeña presa de Navarejos (1860) y sobre todo de la Presa del Villar (1873 – 1882) el problema del Pontón de la Oliva quedó subsanado y el canal del Guadalix primigenio quedó sin uso.
En 1906 y ante la necesidad de acometer algunas obras en el canal primitivo de la red de abastecimiento a la ciudad se va a retomar el uso del canal del Guadalix como canal de refuerzo, aunque introduciendo reformas. Se construyó en la zona donde estaba el antiguo azud, una presa algo mayor a la que se denominó Azud de El Mesto y también un nuevo canal que siguiendo en parte el trazado del anterior enlazaba con el Canal Bajo. El canal cumplió su cometido, aunque no podía utilizarse a menudo en verano pues el azud no disponía de capacidad de almacenamiento de agua y el caudal del río en esta época es muy bajo. Fue por ello que años después se va a proyectar la construcción de un embalse aguas arriba, obra que no se ejecutaría hasta 1967. Se trata del embalse de El Vellón, que más tarde pasó a denominarse oficialmente Embalse de Pedrezuela, aunque por ambos nombres es conocido hoy en día. Con la construcción de este embalse el azud quedó en desuso para los objetivos del canal, pero ahí permanece como parte de la historia.
Te animo a que visites tanto la cascada del Hervidero como el
trazado hidráulico del canal del Guadalix. En el enlace que facilito al pie de
esta entrada de blog puedes ver una ruta senderista que recorre ambos lugares. Se trata de una ruta que parte de la población de San Agustín de Guadalix y en un primer tramo,
siguiendo la ribera del río en dirección ascendente nos acerca, tras pasar por
instalaciones del denominado Canal Bajo de Isabel II, a unos pequeños pero
vistosos saltos de agua en la conocida como zona del Charco del Aliso (el aliso
es un árbol abundante en el lugar). Más adelante encontraremos la espectacular cascada del Hervidero.
Una vez vista la cascada, la ruta propuesta nos exige ascender una corta pero empinada pendiente para alcanzar la llamada Senda del Mesto. Dicha senda discurre, ya en suave pendiente, sobre el trazado mismo del Canal del Guadalix (veremos varios respiraderos y algunas construcciones más durante el recorrido, así como varios viejos túneles en las rocas del cañón por los que pasó en su día el canal primitivo).
Una vez vista la cascada, la ruta propuesta nos exige ascender una corta pero empinada pendiente para alcanzar la llamada Senda del Mesto. Dicha senda discurre, ya en suave pendiente, sobre el trazado mismo del Canal del Guadalix (veremos varios respiraderos y algunas construcciones más durante el recorrido, así como varios viejos túneles en las rocas del cañón por los que pasó en su día el canal primitivo).
El camino hasta
la presa del Azud del Mesto discurre en todo momento a bastante altura respecto
al río, lo que nos permite contemplar bien el paisaje de la zona y descubrir más
construcciones hidráulicas de canalización, como el acueducto del Zegrí que se
divisa al fondo y que forma parte del Canal del Vellón, que desde el embalse del mismo nombre trasvasa
agua al canal del Atazar. Tras visitar la antigua presa de Azud del Mesto
propongo emprender el camino de vuelta, aunque la ruta descrita se prolongue un
poco más.
Puedes ver la descripción detallada del recorrido propuesto pulsando aquí.