Aunque
en un anterior post de este blog ya hice referencia a la Quinta del Duque del
Arco como uno de los sitios a los que encaminar nuestro paseo si estamos por la
zona del Monte del Pardo, hoy voy a referirme nuevamente a este conjunto
monumental con algo más de detalle, volviendo con ello a animar a todo aquel
madrileño que aún no lo conozca a que lo visite, y si ya se conoce, a volver a
recorrerlo en agradable paseo al aire libre un día en que el tiempo acompañe.
El conjunto
de la Quinta del Duque del Arco, o de la Quinta del Pardo que es como más
comúnmente se conoce, se encuentra situado sobre una pequeña colina al sureste
del monte de El Pardo, a mano derecha del camino, hoy carretera, que desde
Madrid nos conduce al Real Sitio. El nombre de “quinta” ya nos orienta sobre lo
que nos vamos a encontrar: Una finca de recreo. Efectivamente eso es lo que
este lugar era, una de aquellas casas de campo a las afueras de la ciudad que
los grandes aristócratas de los siglos XVII y XVIII se mandaron construir para
disfrutar de cierto aislamiento, descanso y diversión.
El Duque
del Arco, don Alonso Manrique de Lara Silva y Ribera, fue un noble muy bien
considerado en la Corte de Felipe V. Ejerció entre otros cargos los de Montero
Mayor del rey y Alcaide del Pardo, destacándose además en su biografía que a
raíz de haber salvado en un par de ocasiones la vida de los reyes durante las sesiones de montería que frecuentemente se organizaban en los montes de El Pardo, estos le
tenían en gran estima y le consideraban un leal amigo. Tras la muerte
del Duque en 1737, su viuda cedió la Quinta al rey Felipe V, quien la incorporó
al Real Sitio de El Pardo en 1745.
La
finca tuvo su origen en otra anterior que aquí existía y que era conocida como
Quinta de Valrodrigo. El Duque había adquirido esta en 1717 y procedió a su
transformación, encargando la construcción de un Palacete y unos jardines al
nuevo gusto francés que con la llegada de los borbones a la corona de España se empezaba a
poner de moda entre las clases pudientes de nuestro país.
Para disfrutar tranquilamente de la visita a la Quinta te propongo que en
el caso de llegar hasta allí en coche, en lugar de subir con él hasta los
aledaños del palacio dejes este a la entrada, en las proximidades del
restaurante que hay cerca del arco de acceso. A pie y si el día acompaña
saborearás mejor el entorno que ante ti se muestra.
El
jardín, la parte sin duda más sorprendente de la finca, es lo primero con lo
que nos encontramos. Diseñado por el francés Glaude Truchet hacia 1726 responde
al estilo francés que podía admirar ya en los hermosos jardines de La Granja de San Ildefonso, aunque mostrando algunos toques más tipicamente españoles e italianos.
Adaptándose
al desnivel del terreno, el jardín de la Quinta se articula como podemos ver en diferentes terrazas ascendentes. En un primer nivel, el más bajo, encontramos una amplia extensión
reticulada geométricamente con setos de bog y en la que vemos también una gran
fuente con surtidor. El lugar antiguamente contaba también con naranjos en
cajones distribuidos por el jardín al modo de las orangeries francesas, lo que
permitía retirar estos en invierno a lugar resguardado y protegerlos así del
frío. En el segundo nivel se encuentra la Cascada con sus conchas, flanqueada
de pequeños nichos con estatuas. En esta zona había también diez estatuas de
cuerpo entero, cuadros de boj, platabandas dobles y dos fuentes. Todos los
muros estaban cubiertos por laureles y jazmines en espaldera y llenos de
tiestos de flores, especialmente claveles y rosales. El tercer nivel nos
ofrece, con su baranda mirador, una amplia vista de los jardines inferiores, al
tiempo que nos presenta también un área de estructura geometrizada con cuadros de
boj y círculos de césped. También hay una fuente. En el cuarto y último nivel,
el más alto de todos, encontramos un gran estanque protegido en semicírculo por
un muro de contención adornado con diversas hornacinas en las que había
estatuas y en cuya parte central del mismo se abre una gruta que, en su fondo,
tenía una fuente con un delfín de plomo dorado. El agua que embalsa este
estanque era utilizada para el riego de todo el jardín.
En el
eje principal que recorre longitudinalmente las cuatro terrazas, vemos
actualmente varias secuoias gigantes que, aunque resultan espectaculares por su
enormidad, rompen en buena medida el diseño visual original del jardín. Fueron
plantadas bastantes años después, durante el reinado de Amadeo de Saboya.
El
Palacio de la Quinta se sitúa a un costado del jardín, dejando claro que el
protagonismo del recinto debe darse a aquel y no a este. Se trata de una casa
de no muy grandes dimensiones y cuya fachada se inspira
claramente en el estilo del Palacio de la Zarzuela. El interior no es
visitable.
Junto
al Palacio y en lo que debió ser zona de servicio, actualmente encontramos un
colegio público perteneciente a la Comunidad de Madrid. ¡Estupendo sin duda
para los alumnos que allí cursan, aunque de dudosa idoneidad en el ámbito de la
pura conservación (al menos de la visual) del patrimonio histórico de este lugar!
Si avanzando
en nuestro recorrido a través de la finca nos encontraremos seguidamente con un
gran olivar. Debemos saber que generalmente este tipo de quintas disponía,
adicionalmente a la zona representativa de la vivienda principal y los jardines,
de otra aledaña dedicada a labores de explotación agrícola. Es la que en la Quinta
del Pardo se corresponde con el mencionado olivar y que antaño contaba también
con viñedos, árboles frutales y huertos. Disfruta un rato paseando tranquilamente
entre los numerosos olivos y, cuando ya pienses en volver hacia la salida, aunque
te lleve algo más de tiempo, toma alguno de los pequeños senderos que van
bordeando el muro internamente y que sin pérdida nos conducirán nuevamente
hasta el arco de entrada. Es más largo, pero seguro que te merecerá la pena.
Ya para
finalizar, comentarte que la Quinta de El Pardo tiene la declaración de
Monumento Nacional desde 1935 y que la historia que guarda entre sus muros no
se limita lógicamente a su etapa de esplendor durante el reinado de Felipe V. Has
de saber, por ejemplo, que en este lugar residió el presidente de la República
Manuel Azaña y es allí donde el 18 de julio de 1936 le sorprendió el golpe de
Estado.