Pese a las comprensibles cautelas tomadas en todas las
grandes capitales europeas ante la inquietante escalada del terrorismo yihadista,
esta Nochevieja, una vez más, nuestra Puerta del Sol se llenará de una multitud de gente alegre (este año se ha limitado la entrada a un máximo de 25000 personas), dispuestas a despedir el año que finaliza con la atención fija en el sonido cadencioso
de las campanadas del reloj de la antigua Real Casa de Correos, y lo harán,
también como desde hace años, acompañados atentamente de millones de españoles
que, a través de las retransmisiones de las diversas cadenas de televisión que
optan por conectar para dicho evento con la céntrica plaza madrileña, esperan tomarse
a ritmo de dichas campanadas las doce tradicionales uvas.
El actual reloj de la Puerta del Sol data de finales del
siglo XIX y su maquinaria fue una donación del relojero José Rodríguez Losada al
Ayuntamiento de Madrid, viniendo dicho reloj a sustituir a uno anterior,
también de torre, que desde 1854 existía en la fachada de este edificio, -por
entonces ya de Gobernación y hoy sede de
la Comunidad de Madrid-, y que por lo visto era de muy escasa precisión, hasta
el punto de que teniendo tres esferas (el actual tiene cuatro) cada una de
ellas frecuentemente mostraba horas distintas y ninguna correcta.
El reloj que vemos ahora fue construido en Londres, ciudad en la que el
relojero Losada, de origen leonés, tenía fijada su residencia tras haberse exiliado años antes por motivo de sus ideas liberales. La inauguración del nuevo reloj tuvo lugar el 19 de
noviembre de 1866, fecha conmemorativa del cumpleaños de la por entonces regente Isabel II, que participó en el acto. Así pues en 2016 el reloj de la Puerta del Sol cumplirá 150 años de vida. ¡Felicidades!
Durante todo el año los maestros relojeros
de la casa Losada se encargan de mantener la maquinaria en buen estado y en torno a la fecha de la Nochevieja especialmente de asegurar el correcto funcionamiento del mecanismo asociado al ritual de las campanadas. Este, en esencia, es el siguiente: Cuando el reloj,
que está sincronizado con el Observatorio Astronómico Nacional, marca las doce
menos veintiocho segundos, uno de los
relojeros que permanece junto a la maquinaria dicha noche (generalmente Jesús
López Terrados) libera manualmente el mecanismo que sujeta la gran bola que pende en lo alto de la torre del reloj y que ahora, por su propio peso, empieza a descender, acompañada en su recorrido de 8 segundos del repicar vivo de las campanas llamando a la atención. A continuación y durante 20
segundos entran en funcionamiento los cuatro cuartos, en bloques cada uno de dos
campanadas. Por fin, tras este preámbulo de 28 segundos, suenan las doce
campanadas horarias, reguladas eso sí a una cadencia de 3 segundos por campanada para
facilitar la ingestión de las uvas, pues de no hacerse así a más de uno le sería imposible seguir el ritmo de ingesta requerido. El ritual se repite año tras año y, pese a sabido, siempre suele venir acompañado de aclaraciones de alguno de nuestros acompañantes o de nosotros mismos: ¡Todavía no!, ¡Ahora!, ¡ahora!
Atentos pues a la bajada de la bola y ... ¡Feliz Año Nuevo a todos!